Daño colateral del nazismo, apropiación ilegal de obras de arte que a pesar de los esfuerzos de sus reales dueños siguen en algunas galerías privadas y museos alejados de las paredes o los espacios en los que realmente deberían estar.
En la historia de “La dama de oro” (Inglaterra, Usa, 2015), de Maria Altmann (Helen Mirren/ Tatiana Maslany) hay un intento por reflejar varias de estas historias y que desde una lógica de apropiación mercenaria y sangrienta lo único que hizo fue manchar con sangre cada obra de arte que se exhibe con orgullo en un museo.
Cuando Maria tuvo que exiliarse, y dejar su Austria natal, muy a su pesar, para evitar de esa manera ser asesinada, puedo armar a la distancia un camino en el que la nostalgia y el recuerdo amoroso le permitieron seguir adelante a pesar del dolor.
Pero cuando ya adulta, y con su vida hecha en California, contacta a Randy (Ryan Reynolds), un abogado al que cree con todas las capacidades para poder ayudarla en la recuperación de su patrimonio, su mundo cambiará de un día para otro al verse envuelta en un conflicto que de lo privado pasará a ser una cuestión de estados y en el que no está muy segura de entrar
“La dama de oro” se pone al lado de “Operación monumento” (USA, 2014) para reflexionar sobre los crímenes del nazismo, su modus operandi y su intransigencia ante lo que pensaban, siendo el robo de obras de artes un hecho tangencial y tan doloroso como los anteriores.
La película de Simon Curtis (“Mi semana con Marilyn”) deambula entre el drama casuístico, con lugares comunes, y el film histórico que intenta narrar un hecho verídico con algunas libertades y licencias.
El flashback como estructura cinematográfica posibilita el ir y venir en el tiempo, y profundizar en el pasado de Maria para comprender muchas de las actitudes que toma y asume en el presente, principalmente sus recelos a la hora de exponer su caso ante tribunales internacionales para que la tomen en cuenta.
Las interpretaciones de Maslany (la revelación de Orphan Black) como así también la de Mirren contrasta con el intento de Reynolds por construir un verosímil de abogado aguerrido que pese a todos los obstáculos intentará por cumplir con su tarea cueste lo que cueste, pero nunca termina de convencer.
Hay una serie de secundarios como Jonathan Pryce, en el papel de un juez, Katie Holmes, como la mujer de Randy, y la recuperación para la pantalla grande de una estrella de los años ochenta del siglo pasado como Elizabeth McGovern que refuerzan la calidad de la propuesta.
Pero la principal falencia de “La dama de oro” es su repetición de fórmulas, el poco vuelo en las imágenes que hablan del presente de Altmann y el innecesario “explicar todo” con el que se avanza en la narración.
Mirren se pone en la piel de Maria como solo ella puede interpretar con naturalidad cada uno de los papeles que viene regalándonos en el cine, ella es la verdadera mujer de oro de esta propuesta basada en hechos reales.