Todo comienza con una muerte (¿un accidente?, ¿un suicidio?, ¿un asesinato?), pero aunque Decision to Leave / La decisión de partir tiene todos los elementos de un policial, climas de thriller y estética de noir es, en verdad, una épica historia de amor contada con la elegancia asombrosa de un esteta consumado, de un narrador brillante.
Puede que muchos fans de Park Chan-wook sientan que lo que aquí se cuenta en 138 minutos es poco (sí, hay algunas complicaciones y derivaciones) y que a la trama le falta violencia, sexo, sangre, golpes de efecto. En ese sentido, Decision to Leave es una película bastante austera, más de climas y sentimientos que de hechos contundentes (salvo el apuntado comienzo, claro).
Quien muere tras ¿caer? de una montaña es un poderoso hombre chino aparentemente especialista en ese tipo de escaladas. Y quien se encargará del caso es Hae-joon (Park Hae-il), el más joven en llegar a ser detective de la comisaría de Busán, siempre bien vestido, prolijo, impecable, metódico, amable, incorruptible. Pero su universo cambiará para siempre cuando interrogue a la viuda de la víctima, la atractiva Seo-rae (la estrella china Tang Wei). La viuda no muestra demasiados signos de dolor ni remordimiento. Y enseguida surge entre ambos una evidente atracción.
Mientras la investigación avanza con cuestiones tecnológicas (la película por momentos parece un largo comercial de iPhones y Apple Watches), la relación entre ambos también. ¿Hay engaño, ocultamiento y manipulación, hay deseo y obsesión enfermiza o estamos en presencia de un amor puro y verdadero? Más allá de los matices y sorpresas que la película va incorporando muy de a poco, Decision to Leave es en muchos aspectos el film más sobrio, sutil, contenido y minimalista de su carrera (aunque tratándose de Park Chan-wook igual ocurren muchas cosas). Además, incluso en momentos supuestamente tensos y oscuros, aflora un inesperado e inocente sentido del humor.
Puede que para algunos el film tenga gusto a poco, que una trágica y enfermiza historia de amor sea demasiado limitada para un director de este calibre y ambiciones, pero lo cierto es que Park Chan-wook -heredero dilecto del gran Alfred Hitchcock- ratifica (una vez más) su maestría para la puesta en escena, para la dirección de intérpretes y para conseguir un final bello, desgarrador y apoteósico.