A la reducida y valiosa lista de realizadores iraníes conocidos en Argentina, conformada por Kiarostami, Majidi, Makhmalbaf padre e hija, Ghobadi, Panahi y Farhadi, se agrega ahora el nombre de VahidJalilvand.
La decisión es apenas su segundo largometraje y como el anterior fue presentado en el Festival de Venecia, en la sección “Orizzonti”, ganando los premios a mejor director y actor. Pero además fue seleccionado por Irán para aspirar al Oscar a mejor película extranjera del año pasado. En ese sentido, su colega Asghar Farhadi se lleva las palmas al haber ganado dicho trofeo en dos oportunidades, con La separación y El visitante.
En verdad la segunda película de Jalilvand, conocida con nombres muy diversos y todos acertados en otros países como Francia (Un caso de conciencia), Italia (La duda – un caso de conciencia) y su propio país (Sin fecha, sin firma), parece seguir la senda inaugurada por el realizador de Todos lo saben.
La escena inicial resulta determinante en el desarrollo de la historia cuando el doctor Nariman, médico forense, es chocado lateralmente en plena ruta por un auto. La maniobra lo obliga a tirarse hacia la banquina embistiendo a una moto con cuatro pasajeros: un matrimonio y dos hijos pequeños.
Uno de los niños, de ocho años, sufre un golpe en la nuca por lo que el médico sugiere al padre que lo lleve a un hospital cercano así como compensarlo por el daño de su vehículo. Sin embargo el progenitor (Moosa), de carácter irascible, rechaza sus propuestas.
Pocos días después, cuando se entere en su propio establecimiento médico que el niño ha muerto, se desencadenará una serie de conflictos que tendrán al doctor (y al espectador) en vilo durante una hora y media.
Alrededor de un número relativamente reducido de personajes, que además de los mencionados incluye a dos mujeres (la madre de la víctima y una médica colega que hizo la autopsia), se irán encadenando los eventos. Son el resultado de un muy sólido guion, uno de cuyos autores es el propio realizador.
Se señaló anteriormente la ubicuidad hallable en los diversos títulos del film en el extranjero, puesto que la “duda” refiere a la duda de Nariman sobre la causa de la muerte y cómo ella le genera un “caso de conciencia”. El título argentino redondea lo anterior al referirse a la “decisión” que el forense tomará, ya próximo al desenlace.
A lo largo de la trama se irán planteando variadas situaciones, generalmente protagonizadas por una dupla de personajes; estas duplas que irán alternándose a medida que la acción avanza.
Por un lado, serán las discusiones y el ocultamiento de información entre el médico y su colega femenina, que conciernen la causa de la muerte del niño. Nuevamente el cine iraní nos sorprende al mostrarnos una faceta -la libertad con la que la mujer se expresa y enfrenta a su colega- no tan conocida.
Por el otro lado, y como espejo de lo anterior, están los reproches que la madre del fallecido hace a su violento marido por cuestiones que se prefiere no develar. Cabe señalar que este matrimonio pertenece claramente a una clase menos acomodada que la de los otros dos personajes, lo que permite otra lectura del film más cercana a la crítica social. Habrá aún un tercer contrapunto entre el chofer de la motocicleta y un obrero de una precaria empresa alimenticia que desatará un nuevo conflicto, ahora policial.
Llegados a este punto uno estaría tentado en apoyarse en la ley de Murphy, que seguramente muchos iraníes desconocen, cuando afirma que “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Como en muchos otros films persas habrá un proceso judicial presidido por un funcionario cuya determinación parece tomada de antemano.
La decisión está filmada en gran parte con tonalidades más cercanas a los grises que al color, acentuando de esta manera el carácter de los personajes. Hay varias escenas nocturnas que tornan hasta difícil alguna referencia geográfica fácilmente identificable, a diferencia de tantas producciones europeas y norteamericanas que privilegian sitios turísticos. Los intérpretes son mayormente desconocidos y todos brillantes. En Venecia quien ganó fue Navid Mohammadzadeh (Moosa), pero bien podría también haber sido galardonado Amir Aghaee (Nariman) o alguna de las actrices que los acompañan.
Irán produce una cien películas anualmente. Luego de cinco años (1998-2002) en los que se conocieron varias obras Kiarostami, Majidi y Panahi, su presencia en las pantallas locales decayó marcadamente. Por suerte en los últimos años dicha cinematografía viene reapareciendo y es de esperar que la tendencia continúe, sin limitarse a los festivales de cine.