La decisión, seleccionada por Irán para competir por los Oscar 2019 en la categoría “Mejor film de habla no inglesa”, se acerca más al cine de Asghar Farhadi (La separación – 2011) que al de Abbas Kiarostami (¿Dónde queda la casa de mi amigo? – 1989) o que al de Samira Makhmalbaf (La manzana – 1998). Los choques entre integrantes de la clase media, y cómo su accionar influye de manera negativa en las clases más bajas, están presentes en la segunda ficción de Vahid Jalilvand. Un doctor atropella una noche con su vehículo de manera involuntaria a una familia tipo que se moviliza en una moto.
El culpable se opone a llamar a la policía (el seguro del auto está vencido y teme su incautación), en tanto que el padre opta por no llevar a uno de sus hijos al hospital, pese a las insistencias del conductor del auto debido a las contusiones recibidas. Las revisaciones que el facultativo le hace in situ son suficientes según su parecer. Dos días más tarde el niño de ocho años aparece muerto en el hospital donde el médico ejerce como forense. A partir de allí surgen dos líneas narrativas. La primera se centrará en las dudas que carcomen al facultativo en cuanto a su culpabilidad en los hechos, pese a que la autopsia dictaminó como causa de la muerte una intoxicación. La segunda se enfoca en las acusaciones mutuas de los padres por haber comprado alimentos en mal estado, y en el enfrentamiento del marido con el vendedor inescrupuloso artífice del trágico desenlace.
Los designios del ser humano son impredecibles, los cargos de conciencia pueden llevar a reacciones y conductas impensadas que en el caso de La decisión arrastra a los protagonistas de un hecho que parecía banal, a un agujero negro que condicionará sus vidas. Al principio los hombres esconden sus secretos, a medida que se sueltan las mujeres que los acompañan cumplen roles disímiles. La esposa no dejará de criticar y acusar a su marido poniéndolo contra la espada y la pared, mientras que la colega del patólogo (responsable de la autopsia) trata de ahuyentar los fantasmas de culpabilidad que lo aquejan.
Vidas ordenadas que se desbarrancan, malas decisiones que se expanden como un virus, la culpa como cargo de conciencia, explosiva o tortuosa, son los ejes de un intenso film realista que mantiene la incertidumbre hasta el final.