Sobre las perplejidades del amor
No se detendrá el mundo por esta pequeña película, pero bien puede uno detenerse ante ella. Lo que cuenta, aunque tiene sus vueltas, es sencillo y en parte previsible. No el final, que en vez de previsible solo podríamos calificar, precisamente, de delicado. Se entiende: los sentimientos de los personajes son delicados, y así los percibimos, aunque el esquema sea tan viejo como las historias de amor según las cuenta habitualmente el cine: chico encuentra chica, chica pierde al chico, chica encuentra otro chico.
El detalle, es que en esta historia el primer paso se da como parte de un juego de enamorados, y el segundo se vive realmente como un drama, expuesto con cuidado pero triste de veras, con la angustia de lo que se perdió para siempre demasiado pronto. Y el tercer paso, bueno, cuando empieza a desarrollarse el tercero la chica ya es una mujer, que se ha refugiado en el trabajo, pero no puede refugiar, en un lugar donde se pierdan de vista, las penas ni los temores que la acompañan más tiempo que ninguna pareja.
Ahí es donde aparece el otro. Extranjero en todo sentido, del país donde vive, del mundo femenino, y hasta del simple concepto de elegancia. El no está triste. Sólo está desconcertado, asustado. En circunstancias normales una joven fina y profesionalmente bien establecida no le daría ni la primera oportunidad. Pero la vida casi nunca nos ofrece circunstancias normales, y esta película tiene varias situaciones muy parecidas a la vida. Y otras, que son de película, lo cual también se agradece.
Todo, bien expuesto, con buen uso de saltos y sugerencias en la descripción del paso del tiempo y los cambios de pareceres, sensible captación del dolor y de las perplejidades que causa el amor, incluso el temor de una amiga que no sabe cómo compartir una alegría, y, para la exacta interpretación de la historia, el grandote tierno de François Damiens, y los ojos enormes y negros, el cuerpito de junco, el sencillo encanto de Audrey Tautou. Realizadores, los hermanos David y Stéphane Foenkinos. Este último tiene larga trayectoria como director de casting, lo que garantiza un reparto bien armado. Y el otro, es novelista. Y en este caso, primero escribió la novela, la publicó con éxito, y luego, por suerte, supo adaptarla con criterios de cine (a propósito, para quien esté interesado, hace un año salió la edición en castellano).