Una historia de amor que habla acerca de si la segunda posibilidad puede ser factible.
Todo comienza con un tono muy romántico por las calles de Paris, un tema musical acorde al momento, en una cafetería ubicada en una esquina, Nathalie (Audrey Tautou), se encuentra con su gran amor de una forma muy especial. Él es divertido, deportista, y no falta la propuesta de casamiento de rodilla, el anillo que afirma el, más tarde los vemos a ella vestida de blanco y al novio envueltos en una gran felicidad. Aparecen las comidas en familia y amigos, la pregunta y el pedido cuando van afianzar mas ese amor con un hijo.
Todo se ve demasiado meloso, hasta que, para darle un tono agridulce la tragedia François (Pio Marmaï, actor francés de la recientemente estrenada “Un suceso feliz”) quien muere en un accidente. Nathalie queda inmóvil de pie ante la tumba de su gran amor, regresa a su departamento donde pasaron bellos momentos, se mantiene en silencio, se encierra en todos los sentidos.
Con el tiempo decide trabajar su jefe Charles (Bruno Todeschini) se siente atraído por ella, la acosa un poco y en la oficina 114 se encuentra su compañero el sueco Markus (François Damiens), algo extraño, torpe, tímido, no conoce mucho el país, sus compañeros lo ignoran, pero tiene una mirada tierna, no se sabe porque ella lo besa, y a raíz de ese hecho sus encuentros son más frecuentes, y la historia comienza a caerse en pedacitos.
Este melodrama romántico, desde el rostro hasta el nombre Nathalie está lleno de dulzura, (la actriz Audrey Tautou tiene una carita muy tierna, recordada por el film “Amelie”), contiene varias metáforas, diálogos absurdos, se relato es lento, naïf-naïf, finaliza con voz en off con frases poética y filosóficas, parece un cuento de hadas romántico.