Los pequeños pueblos del interior no son ajenos a la pasión futbolística. El Juventud Unida Fútbol Club se ha convertido en uno de esos equipos que, con sus eufóricos protagonistas, compiten no sólo con los cuadros locales sino que también hacen, de vez en cuando, algún viaje para enfrentar a las escuadras vecinas. El héroe del equipo es José, un humilde cuarentón que, cansado de su empleo público, se aboca a convertir goles para esa escuadra futbolera. Su esposa, Andrea, está deseosa de tener un hijo, pero su marido parece conformarse sólo con correr detrás de la pelota.
Pero el destino le tiene reservada una amarga sorpresa, ya que en una revisión médica comprueban que su corazón ya no podrá resistir el esfuerzo que le demanda su deporte favorito. Su club está a punto de descender y Caruso, el técnico del equipo, no lo tiene más en cuenta, y así, él y un par de amigos van al banco de suplentes.
Esta historia tan patética como angustiante tuvo en el novel director Juan Manuel D'Emilio a un hábil escrutador de esos personajes anónimos que transitan con convicción por lo que más los conmueve en la vida. Y lo hizo sin caer en el simple melodramatismo, ya que supo salpimentar la trama con trazos de humor. La cámara del realizador supo mostrar las íntimas angustias de su protagonista (un muy buen trabajo de Carlos Issa).
Natalia Lobo, por su parte, se puso hábilmente en la piel de esa esposa que, en su intimidad, desea un hijo que ya comenzará a nacer en su vientre, mientras que la fotografía y la música apoyaron con indudable calidad este entramado que habla de las ilusiones frustradas, pero también de la lucha por vencer los palos en la rueda que el destino pone muchas veces en la vida de los hombres.