Narra los días que pasan unos perdedores.
Muchos de nosotros sabemos la pasión que despierta el fútbol, no importan ni los colores o en que categoría juega el club de tus amores. Esta historia narra los momentos que vive un jugador José (Carlos Issa), quien en su momento fue un héroe, le dio todos los triunfos al “Club Juventus de Barracas”, un club de barrio. Pero su carrera se encuentra terminada, ya tiene unos 40 años, ahora se encuentra enfermo y por orden de su médico tiene que dejar de jugar.
Este pedido le resulta bastante difícil de aceptarlo porque él juega por amor al deporte, es su cable a tierra, con esta actividad se distiende, lo saca un poco de la mediocridad de su empleo público, el cual le agobia escuchando los problemas de muchas personas que pasan por su escritorio diariamente.
Ahora su prioridad es poder jugar el último partido como titular, sin que nadie sepa que este es un partido de “despedida”. Los únicos que se terminan enterando son sus dos amigos incondicionales Fede (Rifle Pandolfi, ex jugador de Vélez y Boca) y Rossi (Héctor Díaz), aunque a estos también los engaña dado que José dice que se retira del fútbol por problemas en la rodilla, sin embargo el problema es otro. El técnico Carusso (Gustavo Castellano), decide no ponerlo como titular y seguirá sentado en el banco de suplentes junto a sus amigos, situación que está entre sus planes.
Ellos se unirán porque la unión hace la fuerza, viajarán en una casa rodante a la costa para jugar ese último partido para los tres y utilizarán cualquier artimaña para poder hacerlo. En medio de toda esta locura esta la esposa de José, Andrea (Natalia Lobo), ella es maestra y desea tener un hijo. Desconoce los problemas de salud de su marido y no entiende esa locura que tiene de correr detrás de la pelota.
El film intenta ser emotivo, contiene ese tono agridulce. Está lleno de mensajes y confesiones, habla de la amistad, tiene el humor futbolero, son buenas las actuaciones entre los amigos, no resulta de la misma manera el de la pareja protagonista. Aquí se rinde un homenaje a los jugadores que aman el fútbol y que son capaces de dejar la vida en la cancha, con la buena música de Christian Basso, y su director D’Emilio busca constantemente motivar al espectador, el problema es como está contada, es bastante previsible y no consigue mantener el ritmo adecuado.