¿Quién se esconde detrás del castor?
A diferencia de lo que podía suponerse por lo desopilante de su propuesta, La doble vida de Walter (The Beaver, 2011) es una película sumamente atractiva. Dirigido por Jodie Foster y protagonizado por Mel Gibson, el film es una fábula familiar acerca de la normalidad y la locura. Y la construcción de la imagen tiene muchos que ver en eso.
Mel Gibson interpreta a Walter, un hombre deprimido, caído en desgracia (no sabemos bien porqué) que decide poner fin a su miserable vida luego de perder a su familia y a la empresa que heredó de su padre. En el instante menos pensado encuentra un castor de peluche que comienza a hablarle y curiosamente le devuelve su vida ordinaria.
La nueva película de Jodie Foster se desarrolla en un ambiente familiar, como su última realización Feriados de familia (Home for the Holidays, 1995). Pero a diferencia de aquella, La doble vida de Walter trata desde el seno familiar la construcción de la identidad a través de la imagen. Y Mel Gibson -de gran actuación- le aporta mucho al relato gracias a su extraña personalidad.
Jodie Foster directora –que también actúa en la película- alterna meticulosamente planos de Gibson y el castor, y también de Walter y su hijo Porter, interpretado por Anton Yelchin. Se ven imágenes de Walter deprimido, su reflejo en espejos, en el agua, y las imágenes de Porter buscando su identidad mientras trata de distanciarse de la imagen heredada por su padre.
Porter debe escribir un discurso por encargo para su compañera de estudios Norah, interpretada por Jennifer Lawrence la actriz de Lazos de sangre (Winter’s Bone, 2010), pero no como si fuera ella sino desde la personalidad exitosa que ella construyó. Los medios fomentan también un tipo de imagen socialmente aceptada y en la película se evidencia en las entrevistas televisivas que Walter realiza, Castor en mano. Es la TV la que olvida al hombre detrás del muñeco recortándolo del plano por completo. Automáticamente deja de lado la personalidad real por la fantasía exitosa. Todos tienen una máscara social que si es aceptada se transforma en lo normal.
En este juego de apariencias Foster induce un mensaje. Porque La doble vida de Walter como toda fábula tiene una moraleja que llega mediante recursos propios del cine indie norteamericano: el sutil manejo de cámara, composición de planos, leves movimientos y una atmósfera intimista lograda principalmente por las buenas actuaciones de sus protagonistas.
Así, Foster nos presenta al castor como un muñeco simpático que esconde la enfermedad de su protagonista en La doble vida de Walter, utilizando la fábula para adentrarnos en un interesante film familiar donde lo normal es una cuestión de imagen.