El hombre contra el sistema
Si la premisa de La doble vida de Walter recuerda inicialmente al famoso Sr. Garrison de South Park (aquel profesor de primaria que convive con un títere en la mano) pues, las comparaciones no son del todo odiosas.
Principalmente porque el Walter que le da nombre al film en nuestro país, es un personaje que ha caído en la más absoluta depresión, con problemas psicológicos, sumiso en un inerte estado: es una víctima (¿Social? ¿De su entorno?). No importan su familia (“He vivido los últimos dos años por ti” le dirá su esposa), no importa la empresa que ha heredado de su padre y ni siquiera importa su propia vida.
Bajo esta premisa, el tercer largometraje de Jodie Foster como directora se meterá con temas delicados de una forma cuanto menos curiosa: Walter encontrará en un títere castor, la valentía para llevar su problema adelante. Primero como un ejercicio de autosuperación y luego como una forma de ocultarse, esconderse bajo una figura que con el correr de los minutos ganará lugar a fuerza de resultados.
Lo más importante: para que semejante historia resultara por lo menos creíble, el desafío principal era para Mel Gibson. Con cuestionables antecedentes personales (conductas sociales y realizaciones cinematográficas incluidas) el actor de Arma Mortal logra una composición sobresaliente de un hombre acosado por su propia psiquis.
De todas maneras, la mano de la Foster directora (también actúa como la mujer del protagonista) ayuda a la gran labor de Gibson evitando caer en el ridículo en los momentos necesarios. Para aclarar: en la mayoría de los casos, los planos mostrarán a Walter y a su muñeco por igual, generando el mismo punto de vista que los personajes que con él/ellos interactúan, y por lo tanto –se supone- las mismas sensaciones.
Claro, todo cambiará cuando los medios se hagan eco de un éxito producido por la sociedad hombre/castor y revele primero a ambos, pero reduzca luego su mirada hacia un muñeco parlante con Gibson como sujeto tácito. Aparecerán además las conexiones con los dos hijos que complementan la familia y una historia de amor adolescente que por momentos se gana la mayor parte del relato.
Si La doble vida de Walter logra evitar los excesos en la forma de tratar los trastornos psicológicos y un tema tan delicado como la depresión, no resulta lo mismo con ciertos momentos del film, que rozan el tono moralista, aún cuando logra salirse rápidamente de ese lugar.
A pesar de sus debilidades, este film (un tanto extraño, un tanto atractivo), termina por ganar crédito a fuerza de buenos personajes y, principalmente, correctas actuaciones.
Con los prejuicios individuales y los lazos familiares como principales temas, Foster compone una comedia negra con tanto drama en su interior, que termina por ser una radiografía del hombre alienado: aquel que cada día debe enfrentar a un sistema que, como en los peores momentos de la historia humana, primero juzga y después pregunta.