La del castor
Sí, una de las películas más interesantes en lo que va del año está dirigida por Jodie Foster y protagonizada por ella misma junto a Mel Gibson, Anton Yelchin (el ruso tripulante del Enterprise en la ultima versión de Star Trek) y Jennifer Lawrence (protagonista de Lazos de sangre y que hace de Mystique en X-Men: primera generación). Y, sí es la historia de Walter, que a diferencia de lo que dice el infame título que recibió este en Argentina, no tiene, tuvo o tendrá una doble vida. Walter es un depresivo patológico que supo tener una linda familia, un buen trabajo y una hermosa casa, pero todo eso lo ha perdido. Hundiéndose en una profunda angustia, está casi al borde del suicido cuando, de repente, una voz que proviene desde el títere de un castor que tiene en su mano lo detiene, y allí comienza el verdadero relato de la supuesta recuperación de Walter, quien empieza a usar la marioneta como método terapéutico.
Este prólogo, maravillosamente contado y dosificado, nos introduce rápidamente en una historia que fluctúa entre lo convencional y lo extraño, que se pone más incómoda, tensa e inquietante a medida que avanzan los hechos. Foster aprovecha a un Gibson efervescente y creíble, capaz de desdoblarse en dos personajes que a la vez son uno solo con total naturalidad, y que brilla sobre todo cuando dialoga con sí mismo (o con el castor) logrando grandes momentos, que van desde la risa por lo ridículo hasta la tensión por un peligro que acecha. La dirección de Foster acompaña con fluidez, ya desde la decisión de los planos elegidos en cada momento y situación. Consigue mostrar con la suficiente sutileza la diferencia entre el mundo íntimo de Walter y el castor, y cómo se los ve en sociedad.
La doble vida de Walter, toca (y a veces sólo roza) varios temas al respecto de la familia además de, obviamente, mostrar las relaciones de Walter con su entorno. Aparecen allí el padre ausente; la madre que intenta desviar los problemas a través del trabajo y el cuidado de sus hijos; el hijo que no quiere ser como su padre bajo ningún aspecto, pero que sólo logra parecerse a él cada vez más; y hasta superficialmente la muerte por sobredosis de un miembro de una familia “bien” que lo esconde como secreto de estado. Lugares comunes, en general bien resueltos y contados con la necesaria profundidad. Pero donde la película se potencia es cuando pone en discusión los métodos de autoayuda, terapias psicológicas de toda índole (alternativas y no tanto), y la manera que tiene la sociedad y el individuo mismo para enfrentar problemas de este tipo. Porque Walter ya lo intentó todo, puso en práctica un montón de ayudas externas que no funcionaron, y sigue cada vez más perdido. Es que quizás, en muchos casos ya no quede nada por hacer, aunque leamos el ultimo libro del gurú de moda lleno de obviedades e hipocresía, o nos atendamos con el psiquiatra famoso que viajó al Tíbet, lo que escondemos y apretamos hacia adentro, volverá a salir con mas fuerza, para Walter y para todos, por mas dios, buda, Bucay, Osho o Castor que nos quiera dar respiro.
Jodie Foster saca adelante, con oficio, una película que ya sorprendía desde el trailer, pero que con poco se podría haber convertido en un desastre, y que al final termina siendo un relato sincero, que se permite el humor y la tragedia, con un gran Mel Gibson acompañado de un muy buen elenco y el Castor que merece un Oscar y una paliza por parte de los Muppets.