Anexo de crítica: Una vez más el marketing de la autoayuda encuentra su lugar de privilegio en el cine. En este caso la directora Jodie Foster vende castor por liebre en una película que se acerca mucho más al melodrama convencional de familia de clase media disfuncional que a la supuesta tragicomedia que pretende ser La doble vida de Walter. Mel Gibson con este rol intenta lavar culpas de sus atropellos públicos y lo consigue a medias atravesando el camino del ridículo hasta el de la complacencia por verlo sufrir. El resto es pura fórmula disfrazada de audacia.