Carlos Portaluppi e Ignacio Rogers se lucen en el duelo que Martín Kraut imaginó para su primer largometraje, La dosis. Los actores de reconocida trayectoria encarnan a dos enfermeros que se permiten adelantar la muerte de pacientes (presuntamente) terminales a su cargo, en el marco de un enfrentamiento progresivo y al principio solapado. Las personificaciones del experimentado Marcos y del joven Gabriel resultan determinantes para que el realizador novel cumpla su cometido: invitar a reflexionar sobre la eutanasia desde las perspectivas ética, legal e incluso comercial.
Tal como anticipa el fotomontaje devenido en afiche, el largometraje cruza y superpone a sus protagonistas. El encuentro ambientado en una Unidad de Terapia Intensiva y en algunos pocos exteriores expone las coincidencias, diferencias y rivalidad entre los enfermeros, y habilita un abordaje consecuente con la complejidad del tema propuesto.
La cobertura mediática acordada a un caso real inspiró esta ficción. Algunos espectadores la asociamos con sucesos similares y con otros films sobre médicos o enfermeros que se arrogan la vida y/o la muerte de sus pacientes: por ejemplo Hable con ella de Pedro Almodóvar, en algún punto La piel que habito del mismo director y You don’t know Jack de Barry Levinson, con Al Pacino.
Quienes seguimos a Kraut desde su trabajo fotográfico en los ex centros clandestinos de detención (las imágenes correspondientes ilustran el libro Derechos Humanos: justicia y reparación, que su padre Alfredo escribió con el juez de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti, y fueron expuestas a fines de 2011 en la sede de la Cámara Federal de Apelaciones) encontramos cierta relación de continuidad entre aquella incursión por los tugurios de nuestra última dictadura y el ejercicio cinematográfico que desembarcó ayer en el circuito CINE.AR, ocho meses después del pre-estreno mundial en la sección Bright Future del 49º Festival Internacional de Cine de Rotterdam.
Por lo pronto, los verdugos del Estado terrorista también decidían sobre la vida y la muerte de personas a su cargo, encerradas en espacios que algunos cínicos llamaban «de recuperación». En esos centros también hubo discusiones y rivalidades en torno al destino de las mujeres y hombres internados, algunos desahuciados.
Kraut también se desempeñó como fotógrafo para el Centro de Información Judicial y actualmente es reportero gráfico de la revista Anfibia. La experiencia adquirida en estos medios resulta palpable en la explotación visual de la UIT recreada en una vieja sala que el Hospital Israelita cedió para el rodaje. En este espacio y en el interior del auto de Marcos, el realizador libera en cuotas la tensión entre los protagonistas y desmenuza la relación que uno y otro mantienen con la muerte.
Mientras retrata a sus dos enfermeros, Kraut critica la lógica comercial del sistema de salud. La escena inicial recuerda el criterio económico que prima a la hora de tratar a los pacientes… y de pagar al personal, aspecto reforzado con los almuerzos y cenas del personaje a cargo de Portaluppi. Quizás aquí el realizador peca de explicitud.
Dicho esto, La dosis resulta una tarjeta de presentación auspiciosa. Habrá que seguir de cerca los próximos pasos cinematográficos de su autor.