Auspicioso debut de un cineasta que sabe lo que quiere y cómo tratarlo audiovisualmente
Se podría intuir a través del título que ésta realización va a interiorizarse sobre una personalidad destacada, perteneciente a un lugar específico o a un momento en particular, pero nada más alejado de eso. El debutante Santiago Esteves, busca entrelazar dos ámbitos tan disímiles entre sí, y, a su vez, tan parecidos, pero con un objetivo en común, apropiarse de lo que no les pertenece.
A los suburbios de un pueblo mendocino llega, luego de pelearse con su madre y abandonar el hogar Reynaldo (Matías Encinas), un menor de edad con mucha “calle”, donde lo espera su hermano Josué (Martín Arroyo), que lo invitó a pasar un tiempo con él. Su compinche, para aceptarlo, impone como condición involucrarlo en un robo que van a cometer el día siguiente. El protagonista, pese a ser inexperto, acepta el desafío. Pero para que una película tenga la razón de ser necesita imperiosamente que algo no salga como lo planeado, y se requiera luego solucionar el error de cualquier modo, aunque, del otro lado, haya abogados y policías corruptos.
Pese a que la mayoría de las personas no tiene la fortuna de que se le presente una gran oportunidad para cambiar sus vidas, a Rey sí, porque al huir de la escena del crimen cae, literalmente, en el patio de una casa donde residen Mabel (Elena Schnell) y Carlos (Germán De Silva), ex custodio de un camión de caudales, actualmente jubilado. Él será quién lo eduque y lo guíe al adolescente, pero no para encauzarlo en la vida sino, más bien, para perfeccionarlo porque sabe que no lo va a cambiar, entonces, le explica los secretos de disparar con un rifle y un revólver.
Desde el comienzo, durante la presentación de los personajes y el cuadro de situación de la historia, el director le imprime una gran velocidad al relato, sabe exactamente lo que quiere y lo que pretende que suceda en cada escena.
Rey es obediente con la familia que lo recibió, pero en la calle se mueve con soltura, coraje y decisión, cualidades altamente necesarias para sobrevivir en el mundo del delito. Cada momento sólo, o compartido por él protagonista, viene a justificar la información dada previamente. Todo lo exhibido en pantalla tiene un porqué. Las escasas ocasiones en que se oye algo de música es para resaltar las escenas más álgidas.
El único punto discutible es el criterio que utiliza Santiago Esteves para provocar los cambios temporales, porque hay en un par de situaciones demasiado sol, y a la toma siguiente ya es de noche. Como las acciones más preponderantes son nocturnas, seguramente no quiera dejar esperando al espectador hasta que oscurezca, pero resulta un poco chocante apreciar esa disparidad lumínica.
Por todo lo demás, es un muy buen policial, con actores a la altura de las circunstancias, que llevan adelante una historia, en la que no se sabe del todo bien quién es más delincuente.