Al flaquito Reynaldo, por comodidad, lo llaman Rey. Pero no manda en ningún lado ni tiene nada para lucirse. Cuando lo conocemos es apenas un escruchante improvisado que pronto mete la pata, y el resto del cuerpo, donde no debe. Pero ahí, justamente, encuentra a su maestro: un guardia de seguridad jubilado, cuyas intenciones nunca parecen del todo claras. Lo único cierto, es que lo va educando. El joven Matías Encinas y el siempre exacto Germán da Silva son los protagonistas. La acción se desarrolla en un clima árido, con pequeños delincuentes al servicio de policías corruptos, gente que no acepta perder el fruto de un robo, en fin, no abundan los vecinos simpáticos en este barrio. En cambio hay unos cuantos tiros, intriga, una tensión bien llevada, un guión sólido, buen elenco y moralejas, dentro de un relato bastante particular, que combina elementos del cine de aprendizajes, el drama de jóvenes desorientados y familias sustitutas, la relación entre generaciones de criterios contrapuestos, y el aire de un western clásico y moderno al mismo tiempo. No es mala mezcla, y está bien trabajada.
Sebastián Estéves, montajista que acá debuta como director, y Juan Manuel Bordón, afianzado periodista de policiales, elaboraron la historia como miniserie, ya difundida sin suficiente promoción, y como largometraje. Ojalá en este último formato tenga el reconocimiento que se merece.