Tensa espera en el bar.
James Gandolfini hace una de sus últimas apariciones en celuloide acompañando a Tom Hardy en La Entrega (The Drop, 2014), una película en clave de historia mínima. Y decimos “historia mínima” porque el film -basado en un cuento corto de Dennis Lehane- desarrolla desde su relato la vida simple de Bob (Hardy), un tipo común y corriente que atiende un bar en el que se lava el dinero que generan los cuidadanos menos ilustres de Broolkyn. La trama se pone en marcha cuando unos ladrones entran a robar al bar y se llevan dinero correspondiente a la mafia chechena, poniendo toda la presión en Marv (Gandolfini) para recuperarlo y devolverlo a quienes lo ganaron no tan honestamente.
Es fácil ver similitudes entre La Entrega y otros films de corte similar, donde pareciera que la historia no tiene mucho que contar y la trama se desarrolla de forma un tanto anodina, carente de tensión. Pero en realidad se trata de una tensión que cocina la historia a fuego lento, sazonándola poco a poco en base a elementos que irán construyendo un todo que termina siendo muchísimo más que la suma de sus partes. La película es el segundo largometraje del belga Michaël R. Roskam, y se la percibe en un tono similar a Una Historia Violenta (A History of Violence, 2005), de Cronenberg, con un personaje principal que se percibe apático, impávido ante aquellos acontecimientos que suceden en su entorno y ante aquellos que los llevan a cabo... pero todos permanecemos expectantes, esperando el momento en que ese hombre tome un curso de acción. Porque cuando lo haga, las cosas pueden dar un giro en el sentido más imprevisto.
El barrio de Brooklyn en total decadencia, sufriendo las inclemencias tanto del frío y la nieve como de la marginalidad y el crimen, funciona como un perfecto telón de fondo para la historia concebida por Lehane. Gandolfini no desentona y entrega un papel en clave similar a muchos que supo encarnar desde Los Sopranos en adelante, y Noomi Rapace (trilogía Millenium, Prometeus) tiene tal vez poco con qué trabajar dentro de un personaje que juega a ser una suerte de interés romántico de Bob, y por momentos se la siente un tanto desperdiciada. El Bob de Tom Hardy sorprende gratamente, y le agrega un poroto más a un actor que últimamente viene haciendo elecciones muy buenas en cuanto a papeles.
Es sumamente meritorio destacar este tipo de historias que no eligen la acción, las explosiones ni las actuaciones rimbombantes, y demuestran que es posible encontrar otras alternativas al momento de acernarnos a un relato con otros atractivos que no lo hacen menos interesante. Podrá no ser para todos y no todos quedarán satisfechos con el resultado final, pero se celebra la búsqueda.