Luego de tres muy exitosas películas (2002, 2006 y 2009), se estrena aquí -incluso dos semanas antes que en los Estados Unidos- la cuarta entrega de esta saga prehistórica con resultados más que satisfactorios tanto en términos de animación 3D como en la eficacia de su narración.
Los protagonistas son los mismos de siempre (el mamut Manny, el perezoso Sid, el tigre Diego y la ardilla Scrat), pero esta vez hay unas cuantas incorporaciones: desde una hilarante anciana (la abuela de Sid) hasta animales piratas.
La primera mitad del film es impecable (en la segunda, la gracia y la fluidez decaen un poco y se imponen entonces el vértigo y la fórmula). En principio tenemos a Scrat persiguiendo su anhelada bellota hasta el mismísimo centro de la Tierra. Fruto de su ansiedad, se empiezan a producir grietas cada vez más grandes, los continentes se separan y quedan a la deriva.
Más allá de los cataclismos, también hay un simpático conflicto padre-hija entre el sobreprotector Manny y su hija adolescente Peaches, que está en pleno despertar sexual, y -más adelante- se producirá la aparición de la bella tigresa Shira (la voz de una Jennifer Lopez en plan femme fatale , en la versión original), que se convertirá en objeto del deseo de Diego.
Nuestros antihéroes quedarán flotando en un iceberg a merced de las corrientes marinas (es muy buena la escena de una tormenta) y, luego, de unos corsarios (hay algo de Piratas del Caribe allí) liderados por el Capitán Tripa, un despiadado orangután, y su gigantesco asistente, un lobo marino de 2000 kilos. Es la primera vez que la saga incluye personajes malvados, aunque -claro- aquí hay más simpatía que crueldad.
Es cierto que la película repite unos cuantos esquemas y resoluciones (los desastres naturales, las irrupciones de Scrat), pero lo cierto es que esta cuarta entrega de la franquicia sale más que airosa del desafío. El reciclaje, esta vez, resulta más que digno. El disfrute familiar está asegurado. El éxito comercial, también.