Renovarse es (sobre)vivir
Convertida en una saga comercialmente fructífera en buena parte gracias a la ardilla prehistórica Scrat, La Era de Hielo es la gallina de los huevos de oro de Blue Sky Studios (propiedad de la 20th Century Fox) que pese al agotamiento que denotan sus personajes y remotos escenarios vuelve a producir un nuevo capítulo que no deslumbra pero cumple con el propósito de entretener. La Era de Hielo 4 repite algunos esquemas y conceptos ya instaurados en la franquicia (como la premisa de la manada involucrada en una búsqueda o rescate siempre con sus miembros corriendo peligro de muerte) aunque afortunadamente algunas ocurrencias de los guionistas Michael Berg y Jason Fuchs traen cierta frescura a un material que necesitaba desesperadamente de un reciclaje para salir de la monotonía.
Si existe un defecto que se ha transmitido de película en película es el desequilibrio entre la comedia visual –con lucimiento para el humor físico, pleno en gags reideros, derivado de las andanzas de Scrat y su bellota huidiza- y la comedia de situación o diálogo que involucra al mamut Manny, el tigre diente de sable Diego y el verborrágico e insoportable perezoso Sid. En concreto: la primera funciona por lo general bien (sobre todo si tenemos en cuenta su autonomía de la trama principal), mientras que la segunda sufre de constantes altibajos. En La Era de Hielo 3 la historia se concentró demasiado en Sid, un personaje que gana en eficacia cuando su presencia está dosificada con criterio. En esta oportunidad el foco argumental recae en Manny y su familia dejando a Sid en un segundo plano. La aparición de la delirante abuelita de este último levanta la apuesta en términos de acidez y absurdo como pocas veces se vio desde la ya lejana primera parte. De los demás personajes que debutan en esta tercera secuela merecen una mención Morita (o Peaches en inglés), la adolescente hija de Manny y Ellie, y la tigresa pirata Shira (con la voz de Jennifer Lopez en la versión original) que sirve de interés romántico para Diego. Si en La Era de Hielo 5 le consiguen pareja a Sid podríamos cantar las hurras y cerrar la saga de una vez por todas…
A diferencia de las aventuras previas en La Era de Hielo 4 las secuencias de acción son más numerosas y logran hacer olvidar las habituales falencias de unos personajes con escaso carisma si exceptuamos a la omnipresente Scrat. El preciso uso del 3D le agrega intensidad e interactividad a la puesta en escena de los directores (reincide Mike Thurmeier luego de codirigir también LEHI 3). El ritmo general supera por mucho a todo lo realizado hasta ahora y no exagero si afirmo que en instancias puntuales aflora una moderada diversión (al menos para los estándares de la franquicia). Como de costumbre las palmas se las lleva la expresividad del dibujo, técnicamente superlativo. La perfección de las imágenes generadas por computadora ya se da por sentada en estas superproducciones pero no por ello debe dejar de reconocerse.
El filme traza una graciosa hipótesis del motivo por el cual se dividieron los continentes y no es de extrañar que Scrat esté detrás del cataclismo que dispara el conflicto: Manny, Diego, Sid y su abuela caen al mar en un bloque de hielo alejándose de la costa para angustia del mamut que teme no volver a encontrarse con su familia. En la odisea para retornar al hogar se cruzan con un “barco” pirata (otro enorme bloque de hielo similar a un iceberg) liderados por el Capitán Gutt (interpretado por el ahora famoso enano Peter Dinklage) y con un variopinto grupo de tripulantes siempre bien dispuestos para el pillaje. En montaje alterno también seguimos las peripecias de Ellie y Morita que intentan llegar a terreno seguro mientras el mundo tal como lo conocen empieza a desmoronarse por completo…
La subtrama de Morita buscando la aceptación de otros congéneres adolescentes resulta tonta aunque el mensaje final sobre el valor de la amistad sin dudas termina siendo válido para los chicos. Por su parte la escena en la que los familiares de Sid le “endilgan” el cuidado de la nona revela un realismo acaso demasiado crudo para una producción infantil. Más bien es una cucharada de amarga verdad en la que más de uno podrá reflejarse (o no). En este caso el humor con que presentan a esta desalmada parentela no es suficiente para impedir una inevitable reflexión sobre las relaciones humanas. Un aditamento acaso impensado pero que está ahí para quien quiera verlo…