En busca de la eterna bellota perdida.
Durante sus primeros cuarenta y cinco minutos, la quinta entrega de La era de hielo corre arrastrada por un frenesí de acontecimientos, gags, personajes, tramas y chistes, pero en la segunda parte pierde algo de vapor. No faltan, sin embargo, citas cinéfilas.
En el fútbol moderno, sostenido en la presión, el esfuerzo físico y la disciplina táctica, con frecuencia uno se pregunta, a los diez o quince minutos de comenzado un partido, cuánto tiempo sostendrán los equipos tanta intensidad. Algo semejante sucede en ocasiones en el cine contemporáneo. Sobre todo en el de Hollywood, que apuesta a parecerse a una montaña rusa, para subir en ella a un espectador sediento de emociones estomacales. Durante media hora o cuarenta y cinco minutos (equivalente al primer tiempo de los partidos de fútbol), la quinta entrega de La era de hielo corre arrastrada por un frenesí de acontecimientos, gags, personajes, tramas y chistes. En la segunda parte pierde algo de vapor, desnudando un poco sus limitaciones temáticas.
Manteniendo la premisa de la serie, Choque de mundos narra a la vez un desarreglo cósmico y las minucias de la convivencia de las especies terrestres. Líneas de relato que en algún momento, como indica el título, habrán de chocar. El cataclismo es producido una vez más por la ardilla Scrat. En su eterna busca de la bellota perdida, este émulo físico y espiritual del Coyote da con un plato volador enterrado en el hielo del polo, sale disparado hacia el cosmos, juega al pool con los planetas, funda una galaxia que lleva su forma, se incinera junto al sol y desencadena una lluvia de meteoritos que salen disparados hacia la Tierra, poniendo a prueba la capacidad de sobrevivencia del mamut Manny, el tigre Diego, el perezoso Sid, la comadreja Buck y sus familias (los que las tienen).
Más próxima al modelo Dreamworks que a Pixar, la serie La era de hielo no se apoya en la solidez narrativa sino en el chiste, el anacronismo, el humor físico. Este último queda, claro, en manos –en patas– de Scrat, cuyo estado de permanente mutación física revela que el fantasma de Tex Avery participó de su procreación. Lo narrativo se reduce al tema de la dinámica familiar, con Manny padeciendo celos de suegro ante el botarate de su futuro yerno (conmovedor el momento en que papá hace el gesto de proteger a la nena y se encuentra con que a ésta ya la está abrazando el novio), la pareja de tigre y tigresa angustiados porque dan miedo a las crías (buenísimo el gag en que dos hilitos de sangre delatores asustan a dos cachorros) y el torombolo de Sid rebotando con candidatas varias, hasta que…
En términos de citas y anacronismos, allí están las referidas a los protagonistas marchando en ralentí a desactivar un asteroide como en Armageddon, o el hallazgo de una Shangrilá estilo Barbie, rosada y poblada de unicornios, donde la vida es eterna y reina una llama-gurú escupidora y hipona llamada Shangrillama. Emblema del vértigo es Buck (voz del cómico británico Simon Pegg en la versión subtitulada), que con su cuchillito, su parche en el ojo, sus saltos coreográficos, su hipervelocidad y su predisposición a la aventura sonriente es un inconfundible Errol Flynn zoológico.