Tal vez no haga falta comentario alguno sobre la calidad de esta quinta parte de la saga animada sobre la era glacial (signo definitivo del destino de los dinosaurios), aunque en esta última parte de la prehistoria los animales se parezcan bastante más a los actuales.
Hay un tema económico insoslayable para establecer “La era del hielo: choque de mundos” como ícono cultural por estas latitudes. La anterior, la cuarta entrega, es la más taquillera de todos los tiempos en nuestro país con más de 4.300.000 espectadores con lo cual, desde el punto de vista icónico, no hay mucho argumento.
Tampoco lo hay en el guión propiamente dicho. Alejándose del árbol para ver el bosque, uno puede resumir que esta es la historia de una ardilla neurótica que, por afán de conservar una bellota como alimento, se mete en una nave que accidentalmente pone en funcionamiento con trayectoria hacia el espacio causando en éste varios “big bangs”, que incluyen el acomodamiento del sistema solar y el desprendimiento de un meteorito cuyo recorrido apunta directo hacia la Tierra. También podría resumirse en la gesta de varios animales amigos de la prehistoria que al ver un meteorito acercarse al planeta deciden hacer lo posible para evitar el choque y así seguir vivos un rato más.
En esta dualidad de puntos de vista narrativos se encuentra la falla principal del guión, porque “La era del hielo: choque de mundos” por primera vez en cinco entregas no se decide qué historia contar al darle la misma importancia dramática a lo que ocurre, tanto en el espacio como en suelo propio. En todas las anteriores, Scrat (Chris Wedge), la sufrida ardilla hambrienta, era un gag lateral a la estructura argumental que, en el mejor de los casos, ofrecía un pincel más sutil como factor influyente en el destino de los personajes principales.
Lo escrito por Michael Berg, Yoni Brenner, Aubrey Solomon y Michael J. Wilson somete al espectador a una sensación de estar esperando que el argumento avance según lo que ocurra en la nave torpe e involuntariamente manejada por Scrat. Así, hay pasajes que alargan en demasía lo que debería ser una simple anécdota, como por ejemplo toda la secuencia del encuentro con un conjunto de animales hippies protectores de una suerte de fuente de la juventud. Por cierto esta idea de un limbo del paso del tiempo, que hubiese sido el mejor anclaje para la moraleja, termina siendo una excusa para trazar una simbología superflua sobre la meditación y otras yerbas.
Desde la dirección de Mike Thurmeier y Galen T. Chu resulta insólito que Buck (Simon Pegg, doblado brillantemente por Óscar Flores), presentado en el episodio anterior, termine siendo el sostén humorístico e incluso el personaje más interesante de todos. Hay cierto desparpajo en su impronta que descoloca al resto. Estamos hablando de un personaje que entra en la mitad de la película, pero termina opacando a quienes deberían ser los protagonistas exclusivos, basándonos en lo que vimos desde el nacimiento de la saga hasta hoy. Manny (Ray Romano, doblado por Jesús Ochoa); Sid (John Leguizamo, doblado por Carlos Espejel) y Diego (Denis Leary, doblado por Sebastián Llapur), quedan casi como testigos ocasionales de los acontecimientos.
Extraña también una tendencia a subrayar con texto lo que claramente se ve en imágenes y en las expresiones, como si hubiese cierta falta de confianza en la inteligencia del espectador, o peor aún, falta de poder de síntesis porque en ésta quinta entrega hay dos cosas que sobran: minutos varios (hay como 20 de más, y se nota) y personajes. Aquí sobran animales, y eso que hablamos de una época en la que escaseaban bastante.
De todos modos, no faltan buenos momentos de humor junto una prodigiosa realización visual y sonora que ya es característica de Blue Sky Studios. Seguramente el humor físico será el más apreciado por los fanáticos y por la legión de nuevos espectadores que ya deben saberse las cuatro anteriores de memoria.
“La era del hielo” ha dejado mucho en el camino en pos de la venta de entradas. Se ha perdido esto de la ayuda mutua entre especies distintas, la búsqueda de equilibrio entre el instinto y la inteligencia, o el sentido solidario. Es más, aquí casi no hay intención de mensaje porque tanto el texto como el subtexto de hecho no se lo proponen. Hablar de defraude todavía, pero está claro que en este largo camino se han perdido la mayoría de las virtudes genuinas propuestas al comienzo.
“La era del hielo: choque de mundos” será el comienzo, tal vez, del dominio de Scrat con película propia, pero habrá que escribir muy bien en el futuro. Hay mucho para contar todavía, y hasta para profundizar sobre otras temáticas. Eso, claro, si se quiere hacer mejor cine además de sumar público.