Universos que tambalean
Hay franquicias de animación que lograron sobrellevar el paso del tiempo (y hasta en algunos casos, como el de la fundacional “Toy Story”, superarse) gracias a la combinación del uso inteligente de las nuevas posibilidades técnicas y la renovación argumental. No es el caso de “La era de hielo”, cuya quinta parte, pomposamente subtitulada “Choque de mundos”, muestra claros síntomas de agotamiento. El más evidente, la explotación hasta límites insospechados (más específicamente interplatenatarios) de determinados personajes y gags que pierden gracia a fuerza de reiteración.
A pesar del enorme éxito de taquilla que tuvo en la Argentina (alrededor de 1.800.000 espectadores en una semana), inducido por el calculado estreno en coincidencia con las vacaciones de invierno, son alarmantes la escasa creatividad y la falta de horizontes claros. Constantemente, los realizadores retornan a las fórmulas conocidas, sin asumir el más mínimo riesgo. Todo es previsible, empalagoso y la excelente calidad de la animación no alcanza para compensar la falta de imaginación. Para comprender mejor las carencias del filme se puede trazar un paralelismo con otra saga de animación, que se extendió entre 2001 y 2011. Se trata de “Shrek”, aquella ácida y entrañable crónica sobre las aventuras de un ogro huraño que se ve obligado a dejar su pantano por culpa de un villano con complejo de inferioridad. Durante una década, DreamWorks consiguió reinventarla, incorporar novedades atractivas y reconstruir el interés de grandes y chicos. En un extremo, la desbordante creatividad; en el otro, la rutina.
Cambios
En “La era del hielo: choque de mundos” tambalea el sistema solar, pero también el “microcosmos” familiar de los personajes principales. Mientras Scrat (la ardilla) pone en jaque al planeta Tierra tras activar (accidentalmente, claro) una nave extraterrestre que ha permanecido congelada durante millones de años, Manny, el mamut, padece un creciente pavor ante la posibilidad de que su hija Morita, a punto de casarse, se aleje de él. “¿El cielo se está cayendo a pedazos y ella cree que la dejaremos ir a lo desconocido sin planes?”, se queja. Además, ha olvidado el regalo de aniversario para su esposa Ellie, lo que genera tensión en la pareja.
Diego, el tigre dientes de sable, quiere tener hijos, pero no sabe cómo se las arreglará para criarlos, sobre todo porque no tiene claro qué debe hacer para no asustar a los niños. “Ya lo hablamos, Diego, los niños nos tienen miedo”, le recuerda su compañera. Sid, el perezoso, no logra madurar para encontrar una relación sentimental estable. Todas sus parejas duran muy poco tiempo y él sale siempre lastimado. “¡Sólo quiero verdadero amor! ¿Acaso es demasiado pedir?”, se lamenta.
En el mismo momento en cada uno de ellos atraviesa su crisis íntima, una lluvia de meteoritos anticipa que una colisión está muy cerca. Y que deben realizar algún tipo de acción porque esta vez, como asegura la comadreja Buck, ni siquiera debajo la tierra estarán a salvo. “El padre de todos los asteroides viene hacia nosotros”, advierte. Con esa presión, los integrantes de la manada tendrán que unirse y superar varios escollos, internos y externos. En este sentido, la metáfora es cristalina: para cada uno de los protagonistas, el viaje se traduce en metamorfosis interior.
Renovar
Hay un puñado de referencias, algunas logradas, otras un poco forzadas pero aún así bienvenidas, a películas populares de ciencia ficción como “2001: Odisea del Espacio” (1968), “Matrix” (1999) y la más reciente “Gravedad” (2013), que introducen algún pasaje entretenido a la película. La incorporación a la galería de los personajes de un grupo de reptiles voladores, también con sus propios problemas familiares para sobrellevar, le aportan algo de frescura y diversión al conjunto. Lo mismo ocurre con las simpáticas apariciones de Buck (presente en varias entregas anteriores), devenido en una especie de profeta salvador, que aparentemente contiene la clave para salvar al mundo. Pero a la vez queda la sensación de que se abren muchas líneas argumentales que luego culminan de un modo abrupto, sin la necesaria evolución dramática. Todo indica que si el objetivo es diagramar la futura continuidad de la franquicia, la renovación será un paso necesario. Es que la mayoría de los personajes (en especial Scrat y su inasible bellota) reclaman a gritos, o gruñidos, un relevo.