La nostalgia va por todo
No todos los monstruos son perfectos pero uno puede estar seguro de que siempre van a causar sensación. La era del rock es el equivalente de un monstruo en términos cinematográficos. Combina en la misma forma el revival y la última moda.
Se presenta como un tributo al hair rock de la década de 1980, con su moral de sexo, drogas y alcohol, pero a la vez es un producto que se adapta a la higiénica ola musical adolescente de series como Hannah Montana, Camp Rock, o Glee.
Esa especie de ofidio de dos cabezas muerde así en el pasado y en el presente, aunque toda la historia se desarrolle en 1987, poco antes de que ese mundo de excesos y brillantina fuera doblemente sepultado, por la angustia existencial de Curt Cobain y por la gimnasia rap de bandas como New Kids on The Block.
Dado que la nostalgia se parece a la lluvia y no importa demasiado dónde cae, tambien hay derecho a recordar lo que en su momento fue condenando al olvido: bandas como Poison o Warrant cuyos integrantes parecían más interesados en las peluquerías que en las guitarras.
Del lado del homenaje, Tom Cruise encarna a Stacee Jaxx, el prototipo de esos cantantes con el cerebro intoxicado de tintura. Es un borracho, duerme con un harén, habla como un autista y tiene a un cínico de representante. Pero a la vez es capaz de decir: "Estoy buscando la canción perfecta que te haga querer vivir para siempre", lo que sería un exceso como eslogan de la película.
Del lado del romance, los personajes de Drew y Sherrie forman una parejita de soñadores que se encuentran en Los Ángeles y tratan de sobrevivir al impacto. Ambos trabajan en el Bourbon Rock, un templo rockero a punto de hundirse bajo el peso de sus deudas y la campaña puritana iniciada por el nuevo alcalde y su mujer.
Todo lo que ocurre es previsible: la necesidad de Stacee de redimirse, las dificultades de la parejita para consolidar su amor, y los tironeos entre quienes aman la decadencia rockera del Bourbon y quienes lo acusan de ser un antro satánico.
La era del rock no se toma muy en serio a sí misma. Más que humor, el guión tiene buena onda, y no se preocupa de que en el desarrollo se noten las costuras de los cuadros de la comedia musical sobre la que se basa la película. Si no la música, el volumen emociona y también las actuaciones de Tom Cruise y Alec Baldwin, que ya atravesaron hace mucho la barrera del ridículo y la leyenda.