Quiero saber lo que es un musical (Tom Cruise)
Adam Shankman es uno de los tantos coreógrafos empleados por Hollywood que tras muchos años de trabajo incesante, y a partir de la invisible Experta en bodas (2001), se ha ganado el derecho a dirigir. Su trabajo para la industria, con la sola excepción del musical Hairspray, nunca me convenció y La Era del Rock vuelve a confirmar mi desconfianza profesional sobre este realizador que por lo general, tal como su compinche Anne Fletcher (otra coreógrafa devenida en cineasta), se queda a mitad de camino en casi todos sus proyectos. Si no me creen repasemos la “calidad” de algunos de esos títulos: Niñera a prueba de balas (la peor película en la carrera de Vin Diesel), Más barato por docena 2 (un bodrio tremendo con Steve Martin) o Cuentos que no son cuento (Adam Sandler siguió filmando otros engendros después así que no todo es culpa de Shankman). En teoría los musicales deberían ser “la especialidad de la casa” pero en La Era del Rock Shankman no demuestra casi nada de inventiva y si esta adaptación de la obra off Broadway de 2006 se soporta es gracias a algunos toques de humor que aporta el guionista Justin Theroux y una banda de sonido espectacular compuesta por hits de los ochenta.
Podría decirse que La Era del Rock es más un Grandes Éxitos del soft metal de esa década que un musical hecho y derecho. Las imágenes complementan el efecto retro buscado con esas imperecederas canciones que ya son parte de la historia. Si no les gustan bandas como Foreigner, Def Leppard, Skid Row, Poison, Extreme, Journey, Bon Jovi, Night Ranger, Twisted Sister, Quarterflash, Whitesnake, REO Speedwagon o Starship ni se molesten en pisar el hall del cine porque van a sufrir. Por lo general quienes crecimos en esa época le reservamos a esos grupos un lugarcito en nuestro corazón. Para otras generaciones que consideran a esta música “grasa” y exenta de todo mérito debemos estar locos pero no nos importa. El criterio para elegir el soundtrack también será seguramente discutido aún entre sus más acérrimos defensores. Hay omisiones llamativas e inclusiones inesperadas pero ponerse a debatir el gusto personal del autor original Chris D’Arienzo no creo que nos lleve a ningún lado. Sí habría que agregar que además de los temas rockeros hay una buena dosis de baladas pop que son utilizadas para darle un mayor relieve al romance de sus protagonistas, Drew (consagratoria actuación del notable cantante Diego Boneta) y Sherrie (Julianne Hough, una bonita bailarina que da el tipo físico aunque su timbre de voz no sea precisamente grato).
Theroux ha hecho algunos cambios sustanciales en su adaptación y uno de los más importantes es el personaje de Catherine Zeta Jones que no existía en la obra original. Este rol es de una chatura lamentable y la mujer de Michael Douglas en ningún momento logra sacarlo a flote. Es una villana diseñada sin ingenio ni matices y con una motivación que al revelarse se descubre como una idiotez absoluta. En Chicago Zeta Jones mostraba otra aptitud para el musical pero su papel tenía un peso diferente y una mejor marcación actoral. Ciertas canciones fueron excluidas de la película pero son pocas (la más popular The final countdown, del grupo sueco Europe, y la más significativa argumentalmente Oh Sherrie, del ex vocalista de Journey, Steve Perry), mientras otras que no estaban en el musical de D’Arienzo (como Pour some sugar on me de Def Leppard y el mash up de Juke box hero y I love rock’n’roll, de Foreigner y Joan Jett & The Blackhearts, respectivamente) fueron astutamente incorporadas a la acción. Con estos ingredientes metidos en la olla algunas cosas salieron aceptablemente bien y otras realmente mal. Entre ellas, el patético dueto en el que se confiesan su amor Dennis (Alec Baldwin) y Lonny (el inglés Russell Brand que siempre hace de sí mismo, aunque admito que es gracioso) al son del mega clásico AOR de REO Speedwagon Can’t fight this feeling (que hasta el rudo Dean de Supernatural se animó a cantar en un episodio de la serie). ¡Qué manera de dilapidar una power ballad, por Dios!
Por supuesto que casi todas las miradas y la atención de los espectadores han de recaer en Tom Cruise, en su primer musical, que interpreta a una estrella rocker en decadencia y con todos los vicios habidos y por haber. Como me pasa habitualmente con Cruise, por más preparado que esté el actor de Nacido el 4 de Julio, siempre le encuentro la hilacha a su caracterización. Se nota a la legua que su Stacee Jaxx es pura impostura y que detrás de esa imagen exterior no hay nada. No obstante ese detalle para nada menor, Cruise está divertido (beneficiado por el guionista que le ha dedicado más esmero que a los demás personajes), canta dignamente (no así en las partes fraseadas de I Want To Know What Love Is) y causa estupor que el tipo tuviera casi 50 años al rodar el filme (no los representa para nada). La transformación física de Tom y su esfuerzo para hacerse cargo de las partes cantadas serán el motivo de interés principal para el común de la audiencia. En particular para ese público que rehúye de los musicales como si se tratara de un discurso presidencial de ya sabemos quién.
La Era del Rock intenta satirizar un tiempo y una época (está ambientada en 1987 en el Sunset Strip de Los Angeles) a través de sus números musicales y sus personajes estereotipados. A veces le sale y a veces no. Adam Shankman tenía en sus manos un rock jukebox de gran valor en términos de nostalgia pero en el traslado a la pantalla grande no pudo o no supo cómo potenciar sus cualidades y por ende, una vez más, ha entregado una obra fallida que de haberse encargado a un realizador con más ideas y capacidad estaríamos celebrando en comunión, cantando y bailando en la sala como si se tratara de un recital. Así lo habrán entendido también en los Estados Unidos donde la película fracasó estrepitosamente sin recuperar siquiera los costos de la inversión. Y claro, la gente prejuiciosa debe haber pensado: ¿Tom Cruise en un musical? Eso sí que es una Misión: Imposible…