El rock en la era de Glee
Concebida como viaje nostálgico a una época donde el desborde estético del rock mainstream (recitales en estadios gigantes, peinados enormes llenos de spray, falsettos agudísimos por parte de los cantantes del glam rock y el hair metal, fiestas descomunales pagadas por las discográficas; sólo sus pantalones y los bikinis de las chicas en sus videos eran mínimos) combatía desde el discurso al conservadurismo de los Estados Unidos bajo el dominio de Reagan, La Era del Rock intenta reconstruir desde sus personajes y la puesta en escena -atravesada por diversos números musicales basados en los hits rockeros de la época- ese ansía de cumplir el sueño americano y triunfar mientras se la pasa bien, muchas veces asociada a la juventud y el rock, bajo una idea particular del zeitgest de fines de los '80.
Los protagonistas son la parejita conformada por Sherri (Julianne Hough, de la remake de Footloose) la blonda naif con corazón country recién llegada a Los Ángeles, y Drew (Diego Boneta, actor de la versión mexicana de Rebelde Way y haciendo su debut en Hollywood) el buscavidas que trabaja en The Bourbon Room, el ficticio bar de rock donde transcurre la mayor parte de la historia, en el famoso Sunset Strip angelino. Ambos quieren dedicarse a la música, y tras un encuentro fortuito que deriva en que Sherri termine trabajando de moza en el bar, rápidamente se enamoran y se cantan canciones de amor el uno al otro. Porque así es como la gente se enamora en los musicales, obviamente.
Mientras, el dueño de The Bourbon, Dennis Dupree (Alec Baldwin con pelo largo y chaleco de cuero) y su fiel asistente y cercano amigo Lonny (interpretado por el cómico británico Russell Brand, quien fuera Aldous Snow en Olvidándome de mi Ex) se preocupan por salvar al bar de las deudas impositivas. El plan es que Stacee Jaxx, la máxima estrella del rock and roll (Tom Cruise) dé su primer recital solista tras separarse de su banda Arsenal.
Pero varias amenazas se ciernen: el alcalde de la ciudad, Whitmore (Bryan Cranston, de Breaking Bad y desaprovechadísimo), apoya una cruzada moralista anti-rock comandada por su mujer Patricia (Catherine Zeta-Jones, pegando patadas can can en polleras rosa viejo), que tiene un odio particularmente obsesivo hacia Stacee Jaxx. Éste último está pasando por una crisis existencial y la entrevista con una periodista de la Rolling Stone (Malin Akerman) le hará replantearse su estilo de vida. Al mismo tiempo, su manager (interpretado por un Paul Giamatti, vestido en polyester de pies a cabeza) tiene otros planes para la plata recaudada por el recital de Jaxx en The Bourbon Room.
¿Y la parejita protagonista? Un malentendido causa una ruptura y que cada uno a su manera comprometa sus ideales en pos de triunfar en la ciudad de Los Ángeles. Así, cada uno de los múltiples personajes tendrá que luchar por lo que cree y lo que quiere, pero todos sabemos que lo van a conseguir porque con talento siempre se triunfa, ¿no es cierto?
La Era del Rock tiene sus mejores momentos cuando abraza sin vergüenza su carácter camp y desbordado. Hasta consigue momentos de autoconciencia genuinamente cómicos, como la primer aparición de Stacee Jaxx. Su camerino ambientado como una selva tropical con su mono mascota (Hey man) es un momento digno de Una Guerra de Película (y puede que tenga que ver que Justin Theroux haya trabajado en ambos guiones). Lo primero que se ve de Tom Cruise es su entrepierna (casi treinta años después de mostrarla en Risky Business) y sus nalgas (o las de su doble de cuerpo), gracias a los pantalones de cuero con recortes que usa. La mayoría de sus parlamentos, atravesados por la mística del rockero que se cree un dios, son entregados por Cruise con toda la seriedad de un actor que cree en su personaje. Y eso hace que funcione.
Otras líneas de los personajes pueden causar gracia, pero es dudoso si ése era el efecto buscado, al revelar la ridiculez, cursilería y lo estereotípico de los mismos. Como cuando Dupree (reducido a un comic relief junto a su relación con Lonny) afirma que los impuestos son poco rock and roll, o Sherri compara el horizonte nocturno de L.A. con una capa de terciopelo negro cubierta por diamantes. Pero esas declaraciones grandilocuentes entran dentro del verosímil del género musical y de éste en particular.
Lamentablemente, los personajes no pasan allá de estas fórmulas y son tantos que, más allá de tener un momento o dos en el que cantan en solitario o a dúo, no tienen un desarrollo mayor. Esto no ayuda a que el público pueda comprometerse con la intriga de si podrán vencer los problemas que se les presentan y la resolución de los mismos es anticlimática. Esto último ocurría también en la versión de Hairspray que dirigió Adam Shankman, a cargo de esta película.
Las canciones elegidas para reflejar los sentimientos de los personajes pasan por himnos del rock más glam y mainstream: Bon Jovi, Journey, Foreigner, Guns N' Roses, Twisted Sister y más, en versiones pasteurizadas dignas de Glee.
No es casualidad que La Era del Rock (tanto la película como la obra musical en la que se basa) tome el rock de estadio como símbolo de quienes están abajo y quieren subir. Con un discurso anti-establishment basado meramente en el derecho a pasarla bien, era mucho más cercano al status quo y parte del mainstream que otras corrientes del rock de la época. Sus íconos querían disfrutar de las mismas ventajas de quienes estaban en control, pero su solución no era destronarlos, si no unirse a ellos. La Era del Rock no busca revolución, a lo sumo, reforma.