Entre los muros
Los documentalistas trazan un retrato preciso y empático de los alumnos de un secundario difícil de Villa Lugano.
La docente entra al aula donde debe comenzar la primera clase del año, pero los alumnos hablan a los gritos, se empujan, miran sus teléfonos o hacen cualquier otra cosa, menos prestar atención. Más aún, parece que estuvieran poniendo un especial cuidado en hacerle notar que, no importa lo que haga, no existe ninguna posibilidad de que vayan a prestársela, ni ahora ni nunca. “No queremos aprender” es el mensaje cifrado que preanuncia una guerra que podría durar todo el ciclo lectivo.
Se trata de un grupo difícil, integrado por adolescentes de los barrios marginales de la ciudad, muchos de ellos parte de distintas comunidades de inmigrantes a las que el resto de la sociedad no suele tratar con cariño ni respeto. La profesora ya pasó por esto antes y sabe que no es contra ella, no es personal, porque el imperativo de desafiar a los adultos es un ritual que los jóvenes repiten desde el inicio de los tiempos. Con paciencia y astucia ella se irá ganando el interés de ese alumnado díscolo, un trabajo arduo, pero al final de la película la actitud desafiante del comienzo se transformará en afecto. Y, casi sin darse cuenta del truco, será a través de ese vínculo amoroso que cada uno de los chicos terminará el año cumpliendo con el objetivo que unos meses antes prometían no alcanzar: el de aprender.
El lector atento de la sección podría pensar que se trata de un pifie del crítico y que el párrafo anterior es la sinopsis de Entre los muros, la película que consagró a Laurent Cantet, publicada por error once años más tarde. Y tendrá razón a medias, porque aunque en realidad la trama calza con exactitud en la película del cineasta francés, también es precisa a la hora de contar lo que ocurre en La escuela contra el margen, dirigida por Diego Carabelli y Lisandro González Ursi. No se trata de un plagio ni de nada parecido, sino de un fondo común sobre el que ambas películas trabajan para contar historias similares que también tienen sus diferencias. Como que en la película de Cantet el docente era un varón o que la de los directores argentinos es un documental, aunque ninguno de esos detalles es importante: Entre los muros bien podría ser un documental y La escuela contra el margen podría verse como una ficción híperrealista, y nada cambiaría.
Filmada en la secundaria Manuel Mujica Láinez de Villa Lugano, el film de Carabelli y González Ursi comienza con una secuencia que establece su objetivo. En ella, un mapa de Buenos Aires es utilizado para señalar la zona en la que se encuentra la escuela y cuáles son las condiciones sociales e históricas que la definen. Siguiendo el relato de una voz en off, el mapa es intervenido con fibrones y resaltadores para mostrar de modo didáctico las desigualdades de una ciudad dividida en un norte y rico y un sur pobre, para señalar las tensiones entre los barrios y villas que conforman Villa Lugano (el sector más pobre de la ciudad) o recordar la trágica cronología de la toma del Parque Indoamericano en 2010. Al final se indica que lo que se verá es un trabajo realizado en 2015, diseñado para entender de qué forma perciben esa compleja realidad los jóvenes que la viven a diario en carne propia.
Carabelli y González Ursi retratan el cambio de actitud de esos chicos que miran con recelo a su profesora. Pero lo hacen con gracia, sin resignar empatía, sabiendo que se trata de la actitud de autodefensa de quién está acostumbrado a cargar con los estigmas que el resto de la sociedad porteña (con ayuda del aparato mediático) suele colgarles no solo a los vecinos de Lugano, sino a los de buena parte del país. La profesora orienta el trabajo a intentar que sus alumnos descarguen el peso de la mirada de los otros, para empezar a verse a sí mismos y así descubrir los valores que los prejuicios ajenos mantenían ocultos. Será esa revelación la que convierta a chicos y chicas de actitud indómita en jóvenes conscientes de su propia circunstancia. La reafirmación de que el conocimiento y la educación son las herramientas más eficaces para un cambio profundo en la sociedad y sus individuos. Pero no solo para estos chicos: La escuela contra el margen es una oportunidad para que el espectador también deconstruya sus propios prejuicios de clase.