Debate necesario.
Una realidad ajena para muchos contada por sus protagonistas en un contexto en el cual la discusión sobre la diversidad de temas es imprescindible. Estos jóvenes, acostumbrados a ser excluidos, se autocensuran. Es una invitación a escucharlos con el mismo criterio que tomamos en cuenta otras realidades más cuidadas, lo que resulta contradictorio pues estos sectores de la sociedad, sobre todo en la infancia y en la adolescencia necesitan la presencia del estado, además de la contención de la sociedad para desarrollar una vida próspera y ser parte activa y constructiva de su generación. Tal vez, el hecho de acercarnos a su perspectiva y a su mirada sobre la realidad que les toca sea dar un primer paso a incluirlos y otorgarles los derechos que les corresponden.
El documental La escuela contra el margen (2018) registra un proceso minucioso de trabajo dentro de un aula a lo largo de un ciclo lectivo, con un grupo de estudiantes pertenecientes a la escuela secundaria pública de Villa Lugano “Manuel Mujica Lainez”, ubicada en los márgenes -en una de las zonas más postergadas de la Ciudad de Buenos Aires-. Allí donde se registran los mayores índices de pobreza estos jóvenes realizaron un comprometido trabajo de investigación que compartieron con otras escuelas, al mismo tiempo que surgen las problemáticas externas que viven los estudiantes y se abre el debate entre ellos.
Los directores Lisandro González Ursi y Diego Carabelli son los encargados de la difícil tarea de comunicarnos una durísima, injusta y polémica realidad a través de la mirada de un grupo de adolescentes que viven en condiciones muy particulares.
A los jóvenes hay que darles el lugar que merecen, escucharlos y atender sus necesidades. Más allá de la opinión que tenga cada uno con respecto a la toma del Parque Indoamericano y sus resultados, lo que me ocurrió con este documental es sentir al comienzo una resistencia que probablemente sea recíproca; sin embargo, a través del desarrollo, esta sensación disminuye. Bajar esa resistencia que solo nos divide, logra finalmente emocionar, para quizás así comprender la necesidad de generar igualdad e inclusión. Estos dos factores son indicadores fundamentales de una sociedad saludable.