“Sáquenme una foto y úsenme de referencia” dice mitad en broma, mitad en serio uno de los alumnos de cuarto año de la Escuela de Educación Media Manuel Mujica Láinez mientras él y sus compañeros terminan el trabajo práctico que presentarán en una nueva edición del encuentro del programa Jóvenes y Memoria en Chapadmalal. Sin reparar en la cámara que lo filma para La escuela contra el margen, el adolescente reconoce que su apariencia concuerda con el prototipo de pibe chorro que el TP señala entre otros dispositivos de estigmatización activos en nuestra sociedad.
El análisis que conduce a esta autopercepción es fruto del proceso que Lisandro González Ursi y Diego Carabelli filmaron durante un año académico en el marco del taller que Florencia Vives coordinó en ese establecimiento escolar ubicado en Villa Lugano, uno de los barrios porteños con el mayo índice de violencia institucional. Como a principios de esta década, cuando registraron los pormenores del traslado de los habitantes del asentamiento La Lechería a un terreno que el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires les cedió en Mataderos, ahora los realizadores documentan el alcance de los estereotipos aporofóbicos –incluso en el seno de las clases populares– y la desarticulación de los mismos a partir de un trabajo colectivo.
Mientras en Errantes González Ursi y Carabelli se concentraron en los integrantes de la cooperativa Los Bajitos, en La escuela contra el margen ponen el foco en la comunidad escolar que conforman, al frente, quienes hacen el taller en cuestión (alumnos y profesora), en un segundo plano, los demás integrantes de la Manuel Mujica Láinez (autoridades, docentes, otros alumnos, personal administrativo y de maestranza) y, un poco más atrás, participantes y coordinadores del encuentro que la Comisión por la Memoria organiza en Chapadmalal.
Darles voz a los silenciados –o desoídos– de siempre parece una consigna fundamental en ambas películas. En ésta que el año pasado se proyectó en la quinta edición de Construir Cine, los realizadores hacen gala de aptitudes seguramente adquiridas como docentes de cine en un programa destinado a estudiantes de colegios secundarios públicos de los barrios más postergados de la Ciudad de Buenos Aires.
La dupla autoral visibiliza la maduración intelectual progresiva de los jóvenes protagonistas. Los cambios en la relación que los chicos mantienen con la cámara es ilustrativo en este sentido: al principio están atentos (algunos la buscan; otros la rechazan) y terminan ignorándola dada la prioridad que les acuerdan al taller y al trabajo práctico en marcha.
Es válido relacionar La escuela contra el margen y Mocha, documental que Francisco Quiñones Cuartas y Rayan Hindi le dedicaron al Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis. Por lo pronto ambos largos ofrecen una respuesta contundente a las declaraciones del Presidente Mauricio Macri sobre la (mala) suerte del argentino que “tiene que caer en la escuela pública“.
En un nivel subconsciente, la nueva película de González Ursi y Carabelli puede evocar el recuerdo de Entre los muros del francés Laurent Cantet y de Mentes peligrosas de John Smith. Estos antecedentes, sobre todo el drama protagonizado por Michelle Pfeiffer, realzan la autenticidad de esta aproximación al rol contenedor, liberador y empoderador de la educación formal a cargo de docentes vocacionales y por lo tanto con sentido de compromiso social.