Es cierto que este pequeño drama ingles, con aires de telefilme, es un tanto edulcorado y apela por momentos a golpes bajos que buscan la lágrima fácil. Pero también hay que decir que está bien narrado, correctamente fotografiado y sobre todo que nos permite disfrutar de una verdadera master class de actuación por parte de un memorable TERENCE STAMP, que se vale de gestos, miradas y pocas palabras, para construir un personaje tan creíble como querible.
Y atención, porque el actor no está solo en la pantalla, la enorme Vanessa Redgrave y la carismática Gemma Arterton lo acompañan en saga, protagonizando secuencias de enorme sensibilidad.