Como un lugar común
Subgénero de moda: comedia dramática con viejos envueltos en situaciones entre ridículas y extraordinarias, que de tan simpáticas podrían ser denunciadas por extorsión. De Chicas del calendario a Rigoletto en apuros de Elsa y Fred a El exótico Hotel Marigold, la variedad en el cine mundial es llamativa: daría la impresión que, estando la cartelera tomada por fantasías y superhéroes y todo tipo de propuestas para adolescentes o espíritus juveniles, se trata de uno de los pocos espacios que deja el circuito comercial de estrenos en el planeta entero para que los adultos vean algún tipo de entretenimiento reconocible y con los actores que ellos veían cuando eran los espectadores que mandaban en el mercado. La esencia del amor se suma a la lista y hace más o menos lo mismo que todas estas películas: ser por momentos agradable, otro tanto en extremo manipuladora, pero siempre profesional y solvente.
Aquí los protagonistas son un matrimonio con problemas de comunicación (Terence Stamp, Vanessa Redgrave) y el hecho significativo es que ella forma parte de un coro para jubilados que está por presentarse en un torneo de canto. Como es de esperar, además tenemos un mal que nos hará sufrir por el destino de los protagonistas: ella sufre una enfermedad terminal. Como decíamos, La esencia del amor pone sobre la pantalla estos y otros lugares comunes del subgénero: están los viejitos piolas, están las situaciones picarescas (aquí hacen cantar rock o hip-hop zafado a los abuelos), está el ogro que merece reconfortarse con la vida y el que es todo esperanza y cree en la humanidad.
Si la película del británico Paul Andrew Williams no se desbarranca hacia el terreno de lo irritante es porque logra mantenerse en un tono medido, y porque además el guión desorienta al espectador al colocar a la mitad de sus 93 minutos el giro que uno imaginaba sobre el final. Esto, que por una parte es positivo porque pone a la película en un lugar diferente al que suponíamos antes de verla (La esencia del amor termina siendo la película sobre cómo el protagonista vence sus miedos y demonios interiores, antes que sobre el los-viejos-también-lo-hacen), también tiene su contraparte negativa porque hace que la estructura de ensayos-objetivo que parece truncarse-éxito final se replique y el lugar común -tolerable cuando no se abusa de él- haga demasiado previsible el conjunto.
Claro que Redgrave y Stamp están fenomenales en sus papeles, pero eso -la solidez de los viejos intérpretes- es también un lugar común de este tipo de propuestas. Ah, la música es exquisita y las versión de Stamp de How do you speak to an angel es notable y son de esos momentos -más allá del chantaje emocional- que le sube unos puntitos a cualquier película.