Dos a entenderse
Shun Li (la muy convincente Tao Zhao, vista en varias películas de Jia Zhang-ke) es una inmigrante china que trabaja en una fábrica textil en las afueras de Roma. Su sueño es conseguir que su hijo de ocho años llegue a Italia, pero antes debe saldar una importante deuda con su jefe (ligado a la mafia de su país). Al poco tiempo, es enviada a Chioggia, una pequeña comunidad situada en una de las islas de la laguna veneciana (lejos del glamour turístico) para encargarse de un bar que es punto de encuentro de los lugareños. Entre ellos, está Bepi (Rade Sherbedgia), un veterano pescador de la ex Yugoslavia al que sus amigos apodan El Poeta.
Entre ellos se irá intensificando una relación que tiene bastante más de solidaridad que de romanticismo. Ni las barreras sociales, ni las idiomáticas, ni las de costumbres, ni las de edades (ella es treintañera; él, sexagenario) podrán contra ese humanismo que el director reivindica y exalta. Pero, claro, allí aparecerán en toda su dimensión los prejuicios y la xenofobia (con su carga de violencia), dos características tan ligadas al italiano medio de la actualidad.
Andrea Segre viene del documental y se ha especializado desde siempre en dos cuestiones: la vida de los inmigrantes y la zona del Veneto. Son precisamente estas dos vertientes las que aborda y combina en su primer largometraje de ficción, multipremiado en la Mostra de Venecia.
Se trata de un film hecho con gran solvencia, sensibilidad y nobleza, pero que al mismo tiempo encuentra sus límites en una exposición casi “de manual” de los postulados básicos de esa corrección política de los artistas progres europeos que intentan de alguna forma lavar las culpas por el proceder de sus compatriotas con este tipo de películas que cuestionan las miserias sociales.
De todas formas, y más allá de que por momentos se adivina los siguientes pasos que Segre va a dar, la historia se sostiene por la simpleza franca con que el director narra esta fábula y, sobre todo, por la credibilidad de las interpretaciones, empezando por la de Tao Zhao, eje y motor de esta poderosa épica personal.