Historia de amor a nuestros semejantes
El film parte de una historia de vida y el conflicto se comienza a insinuar, con el drama que debe vivir una mujer proveniente de la China, ahora en manos de una corporación que en su trato delata actitudes mafiosas, sometida a la explotación laboral.
En la neblinosa zona del Véneto, en algunas estaciones del año, allí, donde Michelangelo Antonioni ubicó en sus jóvenes años su cámara para hacer suya la mirada de los neorrealistas, desde una nueva concepción del documental que no separa al universo de las ficciones; en ese mismo espacio, ahora en la pequeña localidad de Chioggia, en un ambiente costero que recibe la mansedumbre de un escenario de lugareños, de pescadores, que habitan ese espacio a pocas horas de Venecia, transcurre este tan sensible film que se mueve serenamente, que transita por los carriles del silencio, que se proyecta e intenta dibujar puentes entre culturas diferentes, que se puede pensar, en su materia escultórica, desde los dos primeros versos de este poema: "¿Se puede hacer un círculo del cuadrado//, Pueden, acaso, las carreteras lejanas encontrarse?".
Y es que en este film que en nuestro país y en otros de habla hispana se ha dado a conocer como "La esperanza de una nueva vida", el planteo central, guionado por el propio realizador, Andrea Segre y Marco Pettenello, sobre una idea del primero a partir de una historia de vida de la misma región, el conflicto, que se comienza a insinuar, de manera asordinada, se abre desde el drama que debe vivir una mujer proveniente de la China, ahora en manos de una corporación que en su trato delata actitudes mafiosas, sometida a la explotación laboral; como costurera de camisas, primero en Roma, para pasar a ser luego como dependiente de servicio en un bar de Chioggia, después.
Ella se llama Li. Y el título original del film, "Io sono Li" nos puede llevar a una doble significación: por un lado a la reafirmación de una identidad, en ese medio, en ese lugar de la Italia del Norte en el que el prejuicio sobre los extranjeros y sobre los meridionales se manifiesta en todas las acciones cotidianas. Y por el otro, el li ( en minúscula) al lugar, a aquel lugar hacia donde mira, a su tierra; allá, a Oriente, donde su hijo de tan sólo ocho años espera poder partir algún día para salir al encuentro de su madre. Debido a ello, es que Li, ahora, en tierra italiana, y frente a la prepotencia de sus mandamás, deberá ir soportando presiones y mandatos para preservar sus ahorros.
Pero en la historia de Li, quien comparte una humilde pieza con una joven que se mueve al ritmo del taichi, y esta es una de las modulaciones del film, el llegar a Chioggia le va a permitir entablar un sincero, auténtico, inusual vínculo con alguien, que emigró de Yugoslavia treinta años atrás. Y ahí, en la barra del bar "Paraíso" tendrá lugar un primer diálogo que le permitirá reconocerse en la mirada de otro y ser nombrada desde las palabras de un nuevo poema.
De avanzada edad, Bepi, llamado El Poeta, por su espontaneidad para componer versos, expresará su más profundo sentido solidario y su más sincera actitud confidencial. Partícipes de lecturas y de versos nocturnos, Li y Bepi deben todavía recorrer un sinuoso y resistido territorio de imposiciones y rechazos ajenos.
Por su labor en este film, la actriz Zhao Tao mereció el mayor reconocimiento en la entrega de los David de Donatello del 2011. Y el rol de Bepi fue compuesto por el actor croata Rade Zerbedzja. Actores italianos completan el reparto: Marco Paolini, Roberto Citran y Giuseppe Battiston. Y en el rol de la compañera de cuarto de Li, Cheng Zong. La dirección fotográfica, a cargo de Luca Bigazzi, a destacar por su textura y por los matices estacionarios, fue premiada en varios festivales.
"Io sono Li", "La pequeña Venecia", "Shun Li y el poeta" o bien "la esperanza de una nueva vida"... nombres de un film que no deberíamos dejar pasar, que nos lleva a pensar a nuestros semejantes desde las proyecciones de nuestras propias problemáticas humanas, en el espacio de las particularidades de cada cultura. Y que desde lo cinematográfico abre un diálogo, aunque sea lejano, con ese sublime film de Bernardo Bertolucci, "Cautivos del amor" de mediados de los 90.