Entre las redes de las distancias
Delicada película en la que una trabajadora textil china debe buscar, en soledad, su lugar en un pueblo italiano.
Extraña en tierra ajena, eso es lo que siente Shun Li (Tao Zhao), una trabajadora textil que vive en las afueras de Roma. Proveniente de China, deberá viajar a Chioggia (un pueblo ubicado en la provincia de Venecia) para ser camarera en un bar. Un cambio brusco.
La niebla, las aguas que suben y bajan, junto al fastidio de los clientes (en su mayoría veteranos pescadores) ambientan un presente difícil para Shun Li, cuya barrera idiomática la ahoga y oprime, al igual que su jefe. Está presa entre botellas, se siente una esclava.
Entre los habitués del bar está Bepi (Rade Sherbedgia), un solitario pescador cuyas raíces tampoco son italianas -por más que desde hace 30 años viva allí-, él es eslavo. Este poeta amateur -que arma rimas en la ronda de amigos- percibe el desamparo (y hostilidad) que sufre la muchacha. Las carencias irán acercando a los personajes, de a poco, como si se midiesen.
La devoción de Li por Qu Yuan (el primer poeta chino importante en la literatura del país), la emparenta con el novato amor por las letras de Bepi, quien a cambio le enseñará su duro oficio.El realizador Andrea Segre, especialista en documentales, construye una relación de silencios, contención, miradas y breves caricias. La esperanza de una nueva vida -premiada en el Festival de Venecia 2011- se cocina a fuego lento, pero no aburre, sino que intriga. La mimetización en la desdicha de los personajes los unirá para poder escaparle a la triste rutina de una realidad inevitable.
Ante la mirada inquisidora de los otro pescadores -quienes imaginan una conspiración de los chinos hacia los italianos- “El poeta” abrirá su corazón para acercarse más y más a Shun Li. Pero ella está maniatada sentimentalmente por sus coterráneos. La moneda con la que le quieren hacer pagar su amor prohibido con Bepi es cruel para cualquier madre: alejarla para siempre de su pequeño hijo, quien vive en China. Si ella paga una deuda, él la visitará en Italia.
Los diálogos en esta película son breves, precisos, no necesitan profundidad. Cada final de la jornada laboral de ambos abrirá la puerta para una esperanza de amor. El filme busca conmover desde la escenografía, muestra lentamente cada rincón de Venecia, un lugar amigable para recorrer en pareja, pero enemigo en soledad. El agua calma y los crepúsculos, sustentado por un correcto trabajo de montaje y fotografía, estructura el relato de esta tierna relación que desprenderá un sorpresivo final.