Por esos azares de la distribución, nos encontramos en la cartelera con “LA ESPIA ROJA” un producto más cercano a una película de streaming o las que anteriormente se realizaban para las empresas de cable, que de un estreno cinematográfico.
Es el típico producto que adapta un hecho real, llevándolo al terreno del guion cinematográfico (así como existe en literatura ese subgénero que es la historia novelada) cumpliendo con todos los esquemas y la receta típica para lograr un producto digno pero desapasionado.
En este caso, “LA ESPIA ROJA” –que a su vez está basada en una novela que ha tomado los hechos reales de la vida de Melita Norwood, fallecida en el 2005 y recordada como la agente soviética que ha tenido más años prestando servicios para la inteligencia inglesa- arranca con la detención de Joan Stanley, ya una anciana de 87 años e irá yendo y viniendo en el tiempo para reconstruir su historia e ir aportando elementos a la narración.
En ese juego de ida y vuelta en el tiempo, el guion de Lindsay Shapero –en su primer trabajo cinematográfico que evidentemente está teñido de la estructura esquemática de sus trabajos para televisión- basado en la novela de Jennie Rooney, alterna la detención de la anciana y sus consecuencias, con la historia de una joven Joan, estudiante de Cambridge en donde conoce a dos militantes comunistas: Sonya y su primo Leo.
No tardará en aparecer el romance de la protagonista con Leo, este joven estudiante ruso que ha escapado a Alemania. Pero la verdadera trama de la historia comienza a desarrollarse cuando, contratada por el gobierno británico, ella misma será quien comience a pasar datos sobre los avances del equipo de científicos que se encuentran trabajando en la bomba atómica.
Sumado a esto, es innegable que el director de su proyecto dentro los laboratorios Cavendish, Max Davies, también está deslumbrado por ella y por lo tanto Joan sumará otro punto de conflicto al sentir esta atracción por dos personalidades tan diferentes.
Navegando a dos aguas entre una historia de espionaje y el romance de la protagonista en su juventud, “LA ESPIA ROJA” opta por desarrollar más fuertemente la historia de amor y el melodrama histórico, que internarse en el esquema de la típica película de espías al clásico estilo de John Le Carré.
Con una buena reconstrucción de época y una cuidada producción el film de Trevor Nunn en ningún momento se aparta de los esquemas más clásicos que la emparentan con una producción netamente televisiva y los puntos más sobresalientes del filme son, indudablemente, sus actuaciones.
Las dos caras de Joan Stanley son Sophie Cookson (“El Cazador y la reina del hielo” “Kingsman”) para la etapa de su juventud y Dame Judi Dench, para la Joan anciana. Ambas, cada una en su momento, logran una composición que es perfectamente funcional a la propuesta de “LA ESPIA ROJA”, lo que hace percibir, sobre todo en el caso de Dench, que es un papel que ella puede componer “de taquito”.
Por su parte, Cookson logra dar con la imagen de ingenuidad y candidez que en cierto modo le permite la verosimilitud dentro de la estructura de su personaje, de que todo el mundo no se diera cuenta de que bajo esta impronta, se escondía otra faceta completamente desconocida.
Sobre todo, en un mundo donde tanto desde lo académico como desde lo científico, las mujeres estaban programadas para ejercer otros roles en ese momento. De esta forma, y en cierto modo tanto desde el guion como desde la dirección se trata de enmarcar la historia dentro de un rol femenino típico de la época, tan diferente al que plantea el cine actual, con el empoderamiento femenino y el avance en tantas otras áreas.
Es por esto que justamente un estilo tan tradicional y poco innovador en el tratamiento del tema, hace pensar más fuertemente cuáles pueden haber sido los intereses de que esta película (que incluso ha participado de un festival tan prestigioso como el de San Sebatián) llegase a la cartelera porteña.
La influencia del cine de Ivory, Frears o Richard Eyre, se nota muy concretamente en la puesta de Nunn, siendo una especie de homenaje y legado de aquellos directores con los que él ha colaborado a lo largo de su carrera, marcando en la puesta ciertos detalles de diseño de arte y vestuario que son lo más atractivo del filme y que remiten indudablemente al estilo de esos directores.
Si bien sabemos que Dench puede lucirse en cualquier papel, los vericuetos del guion no le permiten ningún lucimiento y la historia se muestra sumamente convencional en el tratamiento del desarrollo de sus personajes.
En una cartelera donde estamos ávidos de un cine diferente, “LA ESPIA ROJA” tiende a decepcionar porque cuenta con una historia que, llevada a la pantalla con otras ideas de dirección y por sobre todo con un entramado en el guion que jugase más con los saltos temporales y ciertas intrigas, le hubiese permitido tener muchísimo más vuelo.