“La esposa” (·The wife”) es un interesante filme que convierte una premisa fundamentalmente literaria en un drama con ribetes de suspenso y hasta de humor negro. Adaptada de la novela de Meg Wolitzer de 2003, la película gira en torno al matrimonio entre un célebre autor Joe Castleman (Jonathan Pryce, “Hysteria”-2011, “La mejor receta”- 2015, “El hombre que mató a Don Quijote”-2018) y su esposa Joan (Glenn Close, “Atracción fatal”, 1987”, ”El secreto de Alberts Nobbs”, 2011) cuya relación simbiótica tuvo profundas implicancias para generar el éxito del escritor y conseguir el Nobel de Literatura. Pero el éxito no es gratuito, y se debe pagar un precio por él.
El drama plantea una situación en la cual la contribución de la esposa resulta ser algo más funcional al trabajo de edición, corrección, y hacer nacer un escritor que simplemente ser una dedicada ama de casa, y proporcionar algunas tazas de té o palabras de elogio a su esposo.
Sin proponérselo Joan guarda un resentimiento encriptado bajo la apariencia de una esposa sumisa y tolerante, buena madre y comprensiva con todos los que la rodean. Pero también ese sentimiento aflorará en el desencanto y la rabia de su hijo David (Max Irons, “La chica de la capa roja”, 2011, “La dama de oro” 2015) que desea seguir los pasos de su padre y convertirse en novelista, pero Joe Castleman, envanecido por su éxito, no le brinda la más mínima atención. Como tampoco se la presta a su hija Susannah (Alex Wilton Regan: “The White Room”, 2016, “The Healer, 2015”) que espera un bebé.
Con guion de Jane Anderson (“Olive Kitteridge”, serie HBO) y Meg Wollitzer y la convencional fotografía de Ulf Brantås, con una propuesta visual para nada interesante, “La esposa” se sostiene gracias a la magistral interpretación de Glenn Close, a la que acompañan como un soporte excepcional Jonathan Pryce y Christian Slater (“El imperio del mal”,1991, “La cordillera”,2017), como el invitado no deseado, un periodista implacable como perro bulldog, que clava sus garras y no suelta la presa hasta verla destruida. En este caso hasta conseguir la autorización para publicar la biografía del escritor.
Glenn Close compone un personaje contenido, tierno y, muchas veces, resignado que convive al lado del hombre del que se enamoró en su juventud, aunque él tenía un matrimonio anterior. Con algunos flash back, la trama va diseñando el pasado de los personajes y da un guiño con el entretenido cameo de Elizabeth McGovernen (“Furia de titanes”, 2010, “Swung”, 2015) como una autora menor, amargada, que le aconseja abandonar todo, dado que las mujeres no tiene futuro en el terreno literario. Y allí se encuentra la base sobre el porqué Joan a no accede a convertirse en escritora, cuando todo estaba a su favor.
Las escenas retrospectivas de los años cincuenta y sesenta muestran que era una alumna que tomaba clases de escritura creativa con el joven e insensiblemente vanidoso profesor Joe Castleman, que hasta ese momento sólo había publicado cuentos cortos. Ella en cambio presenta “The faculty wife”, una historia corta escandalosamente seductora para sus compañeros. Gracias a esta Joan se convierte en la segunda esposa de Joe.
La sección que abarca la actualidad está ambientada en la década de los ‘90, cuando negar tener relaciones sexuales con mujeres más jóvenes se había convertido en un tema político, y subraya muy sutilmente la alegoría de la Hillary y Bill Clinton con el escándalo de Mónica Lewinsky.
“La esposa” es una historia que aún para la época a la que se refiere, los ‘90, ya es demodé, las mujeres fueron ganando independencia y esa mirada de abnegación se sostenía en las décadas anteriores a los ‘60 debido a que la evolución femenina fue dejando de lado esos clichés.
“La esposa” podría haber sido una telenovela que revela los secretos de una pareja por segmentos, pero el director Björn Runge y la guionista Jane Anderson consiguieron dar tridimensionalidad a los personajes, y esto les permitió superar los lugares comunes de la trama que proponía la novela.
En realidad el gran atractivo de “La esposa” se encuentra en el trabajo de Glenn Close, una interpretación cargada de mínimos detalles que constituyen un todo excepcional en la creación de su personaje. Su composición de Joan Castleman no se distingue por un dramatismo desbordante, sino por la emoción contenida en los imperceptibles movimientos de sus gestos.
Si una de las constantes del largometraje es el flash back, la otra son los inquisidores close-up que Glenn Close explota en un despliegue de sutileza actoral: un leve movimiento de sus ojos, una mirada al vacío o una mano apenas apoyada sobre la otra, la del extraño o tomando una copa, manifiestan lo que su personaje intenta reprimir.
En síntesis, “La esposa” es un filme que se desarrolla más por los gestos que por los diálogos, por lo que no se dice, que por lo que formula la imagen, por la actuación de una exquisita actriz, que pudo dar rienda suelta a todo su histrionismo y crear un personaje que, tal vez, la pueda llevar a ganar un Oscar.