El famoso escritor norteamericano Joe Castleman (Jonathan Pryce) recibe una llamada que lo despierta a primera hora de la mañana. Pero no son malas noticias. Desde Estocolmo, una voz con acento extraño le anuncia que van a entregarle el premio Nobel de Literatura. Por una extensión del teléfono, su esposa Joan (Glenn Close), con quien está casado desde hace 40 años, escucha la buena nueva con fascinación y alegría. Ese es el comienzo de "La esposa", el debut en inglés del realizador sueco Björn Runge ("Happy End", "Daybreak"), basado el best seller del mismo nombre de la neoyorquina Meg Wolitzer. La historia transcurre en 1992, muy lejos del renacer del movimiento feminista que vivimos ahora, pero en algunas de sus aristas la película rescata el espíritu del #TimesUp que surgió en Hollywood. Joan es la típica esposa abnegada que ha acompañado a su marido en su carrera, ha criado a los hijos y ahora también vigila de cerca que el prestigioso novelista no descuide su salud. Estar a la sombra de un escritor (sabiendo ya todos el ego descontrolado de los escritores) no es exactamente un planteo original (y mucho menos la resolución de esta película, que golpea en el corazón pero está algo trillada). Sin embargo, más allá de los lugares comunes, el director logra mantener el ritmo narrativo con estratégicos flashbacks y puntuales detalles que van revelando los oscuros secretos de este matrimonio, mientras de paso muestra los artificios y las crueldades del mundo de la literatura. Sobre final el clímax estalla y el filme pierde toda sutileza, pero por suerte para sostener quedan los actores, esa dupla protagónica de lujo que forman Pryce y Close, que hacen que uno quiera quedarse en la butaca hasta el último segundo.