Un prestigioso escritor es elegido Premio Nóbel de Literatura y, en medio de las celebraciones, festejos y la previa a la entrega del galardón, se van descubriendo oscuros secretos de su vida, especialmente algunos relacionados con su abnegada y tolerante mujer. Glenn Close es lo mejor de esta película que no está a la altura de lo que promete.
LA ESPOSA es la clase de película a la que es mejor no ir con demasiadas expectativas, de esas que podrían darse a partir de su elenco o su tema. Es que, pese a esa pátina de película de prestigio que el filme de Björn Runge tiene, lo que uno termina encontrando ahí es una suerte de TV Movie (si es que hoy se puede seguir aplicando este concepto de manera un tanto despectiva) elegante pero que finalmente es bastante menos que la suma de sus partes. Una trama bastante previsible combinada con diálogos al borde de lo risible, solamente sostenida por la severa e implacable actuación (o, más bien, habría que decir mirada) de Glenn Close.
En esta adaptación de la novela de Meg Worlitzer, Close encarna a Joan Castleman, esposa del escritor Joe Castleman. Y en la primera escena nos enteramos, mediante un lllamado telefónico, que Joe (Jonathan Pryce) ha sido elegido Premio Nobel de Literatura. En términos dramáticos, lo que sigue de allí en adelante, es “la previa” entre el anuncio y la premiación, semanas durante las cuales se revelan densos secretos de la relación y en la que esa feliz situación personal y matrimonial se va desarmando de a poco.
Recepciones, cenas, fiestas, el viaje a Estocolmo: todo parece marchar normalmente, aun dentro de una pareja que no se caracteriza por la calidez. El vive pendiente de su reputación y su ego (algo que la película y Pryce subrayan excesivamente) y ella calla y sonríe, pero sabemos que esconde algo. Es claro que hay más “capas” en esa relación. Ya en Estocolmo es interesante seguir la rutina de los premiados: reuniones, conferencia, entrevistas, presentaciones ceremoniales, etc. Algo que el realizador sueco parece conocer y describir muy bien.
The WifePero ahí es donde todo empieza a desbarrancarse: el coqueto y egocéntrico Joe prueba tener algunos previsibles vicios, su hijo David (Max Irons), un aspirante a escritor, revela profundas molestias con él. Y, encima, en el medio aparece Nathaniel (Christian Slater, encarnando a un cliché tan o más exagerado que el de Pryce), un periodista que escribe descarnadas y sensacionalistas bografías de celebridades, que empieza a rondar al grupo, especialmente a Joan. A partir de flashbacks iremos conociendo las zonas oscuras de este matrimonio en apariencia exitoso.
LA ESPOSA es una película adecuada para estos tiempos, ya que pone el eje en cómo una cultura patriarcal celebra y festeja comportamientos y actitudes tan dudosas como sospechosas de un “hombre consagrado”, dejando siempre al costado a la “esposa” en cuestión, casi como si fuera un apéndice del célebre escritor, cuando en realidad es mucho más que eso. El problema es que ni el guion ni la puesta en escena ni las actuaciones (salvo la de Close, estoica la mayor parte del tiempo) están a la altura del tema que plantean. Y el tema, digámoslo, tampoco destila originalidad. Este universo de sexismo y machismo en la alta cultura lo hemos visto retratado mil veces antes y mejor.