Con un guión que firma Jane Anderson, basado en la novela de Meg Wolitzer, la película sobre los vaivenes del matrimonio, está protagonizada por Glenn Close -Atracción fatal y Relaciones peligrosas, entre otras tantas- y Jonathan Pryce, reunidos bajo la batuta de Björn Runge.
Parece una rareza que un filme de la actualidad reúna a una dupla de setenta años y hable de las relaciones de pareja -una lástima el trailer que spoilea-: Joan -Close-, es la esposa dulce y que está en todos los detalles de la vida de su marido David Castleman -Pryce-, un exitoso novelista estadounidense que es galardonado con el Nobel de Literatura. El viaje de la pareja a Estocolmo para recibir el premio altera la rutina y la convivencia de ambos y deja al descubierto un secreto bien guardado.
Con esta estructura, el relato alterna el pasado a través de flashbacks en los años 50 -cuando Joan y David se conocieron como alumna y profesor- y un presente rodeado de aduladores en un ámbito aristocrático al que ninguno está acostumbrado.
La historia trae también a los hijos -uno de ellos es también escritor y arrastra varios conflictos durante la estadía- y al periodista Nathaniel Bone -Christian Slater- quien prepara la biografía de Joe y los persigue sin descanso hasta Suecia, intuyendo un ardid que intentará sacar a la luz.
Se trata de un drama marital bien narrado y magníficamente interpretado por una hipnótica Glenn Close, nominada en seis oportunidades para el premio Oscar, que da con el gesto adecuado y sin grandilocuencias en cada una de las escenas, mutando de la mujer sumisa y compañera a una que quiere un cambio en su vida. Quizás es ésta labor la que la haga abrazar la ansiada estatuilla de Hollywood. Por su parte, Pryce no se queda atrás con su David de espíritu donjuanesco, exaltado por la presencia de una joven fotógrafa.
El film combina acertadamente humor y drama en las dosis justas, colocando en primer plano la postergación de Joan en una relación amorosa que lleva cuarenta años de escritura, pasión e infidelidades.