Amor surreal y bastante tonto
A esta altura de la carrera de Michel Gondry se está a un paso de confirmar que las virtudes de sus dos films iniciales (Human Nature; Eterno resplandor de una mente sin recuerdos) se debieron más a su guionista Charlie Kauffman que a las aptitudes del cineasta. Más aun cuando su obra posterior (Soñando despierto; el bodrio de El avispón verde) no condice con aquel combo y mucho menos con su creatividad en el mundo del videoclip en trabajos de Björk, Daft Punk, Chemichal Brothers, White Stripes… y la lista es interminable.
La espuma de los días cuenta una historia ridícula pero consciente de su ridiculez y semejante definición es una de las peores que puede recibir una película. La alegre y triste historia de amor entre Colin y Chloé, basada ligeramente en el texto de Boris Vian publicado en 1947, expone estados de ánimo, momentos festivos y mortuorios y el protagonismo de una pareja central de casi nula química (Romain Duris, Audrey Tautou) que son insertados en un mejunje visual y sonoro de difícil digestión. Gondry estimula su creatividad visual al servicio de diálogos imposibles y situaciones que tocan lo ridículo. Pero se trata de una ridiculez culposa, como si la recreación de un mundo surrealista y onírico, que ya estaba presente en Soñando despierto y que en La espuma de los días hace centro en su segunda mitad, tuvieran como destino final una acumulación de imágenes empalagosas dignas de una instalación vanguardista. El problema esencial del film es que su regodeo en la superficie del surrealismo, que poco se parece aun al objetivo turístico nostálgico del Woody Allen de Medianoche en París, solo deja ver sus logros en los rubros técnicos que atañen a la escenografía, el vestuario y la decoración. Todo ello revestido de frases literarias devenidas en aforismos de mesa de liquidación en eternas dos horas diez.
¿Volverá aquel Michel Gondry de los inicios de su carrera o se tratará de otro director procedente del videoclip que hace tiempo perdió el rumbo? Por ahora solo queda rever “The Hardest Button to Button” de White Stripes y “Like a Rolling Stone” de Rolling Stones que aún resultan originales y, además, duran bastante menos.