Acción, enredos y humor corrosivo
Jimmy Logan (Channing Tatum) dirige a sus hermanos Clyde (Adam Driver) y Mellie (Riley Keough) en un plan para robar la recaudación de una famosa carrera de autos en Carolina del Norte. Para dar el golpe, Jimmy recluta al experto en demolición Joe Bang (Daniel Craig). Un malentendido complica el arriesgado plan y obliga a los ladrones a ejecutar el trabajo durante la celebración de la Coca-Cola 600, el evento más popular de la NASCAR del año.
Tras varios años de silencio fílmico, el prolífico Soderbergh regresa al cine con uno de sus trabajos más festivos, al estilo de La Gran estafa, pero ahora sin el glamour de Las Vegas y agregando una crítica social a la América profunda de Trump.
Play
El filme, además de ser simpático y efectivo, apela al absurdo y al grotesco, valiéndose de un guión inteligente (gracias a la pluma de Rebecca Blunt) y un elenco soñado.
Tatum (ya fetiche del director), Driver en una veta cómica impensada y sobretodo Craig, desaforado, histriónico y alejado de Bond, componen un dream-team actoral para el aplauso.
Hay también algunos cameos muy logrados: (Hillary Swank y Seth McFarlane), pero lo importante del largometraje es que pese a tomar una fórmula de género, logra ser entretenido y novedoso.
Quizá se alargue demasiado el final, y el clímax no sea todo lo espectacular que uno puede esperar, pero el visionado del filme, bien vale la pena.
En síntesis: el humor se da la mano con el suspenso y la adrenalina de las carreras para conformar este cóctel pochoclero que es un muy bienvenido regreso de un cineasta talentoso y único.