Steven Soderbergh se trae entre manos una película que dista del sueño Americano, ya que La estafa de los Logan le propone al espectador un hilarante recorrido por la Norteamérica de los abandonados del amparo y abrazo del tío Sam. Esta es una historia acerca de olvidados, en realidad acerca de la venganza de la basura blanca americana.
Pocos realizadores son tan admirados y discutidos como el mismísimo Steven Soderbergh, quien de película a película puede pasar de ser vapuleando como un total incomprendido de su tiempo, o reivindicado como un prodigio del séptimo arte.
Diez años después de los estelares atracos de la muy lucrativa y efectiva saga iniciada con Ocean eleven, Soderbergh regresa para internarse en la América profunda, precisamente en el estado de Virginia y así seguir las desventuras de los hermanos Logan: Jimmy (Channing Tatum) y Clyde Logan (un extraordinario Adam Driver) categóricos ejemplares del americano tosco, a los cuales sus truncados sueños les dejaron evidentes secuelas. El primero, tenía todo para ser una estrella del futbol americano cuando una lesión lo dejo a las puertas de las grandes ligas, en tanto hoy afronta el desempleo en el rubro de la minería. Mientras que el segundo perdió su brazo derecho en la guerra y sobrevive como un iracundo cantinero. De modo que para poner fin a la mediocridad de su existencia, los hermanos Logan deciden cometer un robo durante el fervor del gran circo americano que convoca el patriótico 4 de julio en la legendaria carrera de NASCAR en Carolina del Norte.
Mediante el prisma de la comedia, Steven Soderbergh nos presenta una galería de personajes brillantes y absurdos, capaces de entrometerse en ocurrencias que derivan en situaciones kafkianas por demás ridículas. Entre la jocosa insolencia y el realismo, el cineasta despliega una orquestada puesta en escena que pone de manifiesto una pintura política inherente a buena parte de la Norteamérica que Hollywood no quiere develar, salvo contadas ocasiones de producciones independientes como Hell or High Water/Sin nada que perder (David McKenzie, 2016) o Winter´s bone (Debra Granik, 2010), películas que conforman un catálogo con el común denominador de la mayor crisis social que aun sacude a la nación más poderosa de occidente. Estos relatos no son más que el revanchismo de quienes han sido despreciados por demasiado tiempo… Por más extravagante que todo se torne en el caso de La estafa de los Logan.
Intrínsecamente Soderbergh ha desplegado lazos de mutuo confort y anuencia con aquellos actores a los que especialmente valora, es el caso de Julia Roberts, Benicio Del Toro o George Clooney entre los más rutilantes. Pero también es el caso de Channing Tatum, quien a pesar de producciones como Magic Mike, la impronta del realizador contribuyo quitar el estigma de fornido galán de turno. Con trabajo y sin estridencia, Tatum parece seguir el sendero alguna vez trazado por Matthew McConaughey, conquistando el derecho de interpretar al americano promedio haciendo malabarismos entre relatos de vida, las más corrosivas comedias a contrapelo de la industria y el héroe de acción de turno dispuesto a salvar el día.
La estafa de los Logan se vale de un variopinto y atrayente elenco que convoca a Riley Keough (American Honey), Sebastian Stan (Capitán América y el soldado del invierno), hasta el mismísimo Seth McFarlane (Ted). En tanto estelarizan junto a Channing Tatum, Adam Driver (Girls, Star Wars) como un gigante taciturno a punto de implosionar de un momento a otro. Mientras que resulta por demás curiosa la labor de Daniel Craig (James Bond), desmarcándose de su flemática y elegante impronta británica, dando rienda suelta a un bestial carisma para la comedia de intensos matices.
En su oficio de director / editor / guionista Steven Soderbergh, sabe cuanta información requiere para mantener interesado al espectador, asimismo, conoce cuando requiere de una gran dosis de humor para romper con los paradigmas y la estructura del suspenso implícito en una película de atracos y colosales botines. El común denominador de estas producciones –como el propio Soderbergh en la saga de Ocean-, proponen al espectador evidenciar todo aquello que hacen los personajes mientras planean detalles de su jugada maestra. En tanto La estafa de los Logan, insta a archivar todo detalle en la memoria, pero jamás explicando el porqué del acciona de los personajes, hasta que finalmente todas estas piezas develan o resinifican su importancia en la trama.
De algún modo sobrevuela en La estafa de los Logan la impronta de los hermanos Coen, especialmente en ciertos momentos de criminalidad cómica, haciendo de esta película una mixtura entre Ocean’s Eleven y Burn After Reading. Sin embargo, el guión de esta película está firmado por el seudónimo de Rebecca Blunt, lo que hace de la identidad del guionista el mayor de los misterios.