Se estrena otra sobre la navidad que se llama “La estrella de Belén”. Ok. Aceptemos a medias el tema de la originalidad, en tanto contar la historia de la inmaculada concepción desde el punto de vista de un burro y sus amiguitos animales, emprendiendo el mismo viaje marcado precisamente por la estrella de Belén que otrora guiara a los reyes magos a presenciar el nacimiento que signaría a la humanidad para siempre. ¿Cuál sería el objetivo y a quién está dirigido?
No hay una sola situación, ni frase, ni actitud narrativa, que no lleve indefectiblemente al momento más políticamente correcto de la historia del cine de animación y de la religión y sin embargo hay retazos de La estrella de Belén que atrapan en cuanto a la calidad del dibujo y al diseño de los personajes. En especial por Bo, el burro que, intentando de salir de su rutina, sale hacia lo que intuye será una gesta.
En épocas navideñas hay de todo, y este dogma católico disfrazado de aventura está tan lleno de virtudes en su mensaje como edulcorante alrededor del mismo.
En todo caso, la mirada desde el mundo salvaje y gracioso a la vez, es el más loable aporte de esta animación, y sino fuese por la evidente intención de bajar línea, hay momentos disfrutables en el viaje que María y José inician a los efectos de llegar al lugar elegido.
Sobran virtudes técnicas en esta producción tanto en la banda sonora como en el diseño sonoro, y si bien hay una generación adoptada por la televisión en épocas navideñas al momento de programar “Jesus de Nazareth” (Franco Zeffirelli, 1977), éstá clara la necesidad de abarcar a todos, por lo cual “La estrella de Belén” en su impronta ultraconservadora, tiene la gran chance de convertirse en un “clásico” de la programación televisiva. Dogmático y repetible hasta el infinito. ¡Ufa!.