Tres colectividades de inmigrantes se reflejan en otros tantos documentales estrenados esta semana. Sorprende “La experiencia judía”, donde Miguel Kohan va de la tierra de los gauchos judíos hasta Jodensavanne, en Surinam, Sin Eustatius, del archipiélago de las Barlovento, y otros lugares recónditos del continente donde nadie imaginaba que también hubiera aldeas judías, incluso judíos negros, con historias interesantísimas por todos lados. “Lo nuestro no es un árbol genealógico. Es una enredadera”, bromea el gaucho Hugo Arcusin, que también recuerda orgulloso el viejo dicho de sus paisanos: “Sembramos trigo, cosecha-
mos doctores”.
Otra clase de recuerdos aparece registrada por los chicos de una escuela armenia cuando preguntan, en sus hogares, de qué modo sobrevivieron los bisabuelos al genocidio. La memoria familiar se va perdiendo, y con ella también la historia de la Diáspora, observa
uno de los alumnos mayores, mientras los demás juegan alegremente en el patio y la escritora Ana Arzomaunian se pregunta por el futuro del “armenio occidental”. “Acá y acullá”, es el trabajo, surgido de un taller escolar de cine a cargo de Hernán Khourian.
¿Y cuál será el futuro de los senegaleses sudamericanos? En “Estoy aquí (Mangui fi)”, de Bramuglia y Tabacznik, vemos a dos muchachos
de suerte diversa. Uno patea la calle desde hace 5 años vendiendo imitaciones, y ahora piensa mudarse a Brasil. Pero antes visita unos días
su tierra de gente amable, de puertas abiertas, de pobreza crónica.
Otro enganchó una novia porteña y trabaja como traductor en la Defensoría del Pueblo. Hermosos, el casamiento birracial, y las ceremonias alegres, coloridas, en la mezquita de los africanos. Hay unos chiquitos motudos corriendo por ahí. Son los nuevos argentinos.