Técnicamente inobjetable, “La Extorsión” parece una película filmada en Hollyoowd, siguiendo el manual de género de aquello que los norteamericanos tan bien saben hacer: el cine de espionaje. Una arista de casi nula exploración en nuestro ámbito nacional, y que reúne aquí, a priori, todos los condimentos para la concepción de un gran thriller. Siguiendo la huella de películas como “La Fachada” o “La Conversación”, el film construye una trama de espionaje que involucra a los servicios de inteligencia y las fuerzas policiales, en atípico abordaje y registro para uno de los actores más destacados del cine y la TV vernácula. Guillermo Francella, en la enésima muestra de su descomunal talento, es el corazón de una película en donde la ambición cotiza en alza, la seguridad económica vende su alma al diablo y la corrupción está a la orden del día.
Luego de atravesar varias versiones de guion -el inicio de su escritura se remonta a 2016-, arriba a la gran pantalla un producto con enorme potencial. Filmada en los aeropuertos de Barajas y Ezeiza, “La Extorsión” nos coloca empáticamente en el dilema de un hombre común que podría ser cualquiera de nosotros. El mentado modelo de inocencia envuelto en circundante paranoia patentado por el canon hitchcockiano. En esta ocasión, una situación fortuita cambia rotundamente el curso de vida de un experimentado piloto comercial, atrapado en una inmensa red de engaño y persecución. No obstante, su accionar no se encuentra despojado de conductas ciertamente cuestionables, que involucran una infidelidad y la alteración del resultado de un examen médico. El conflicto estalla en sus propias narices y la angustia macera horas, días y semanas por venir.
Climas de constante tensión vertebran el discurrir de un relato que se amolda a los requerimientos del cine de género. Habrá bunkers, tapaderas, múltiples sospechas, líneas telefónicas intervenidas, contrabando de dinero. Son estos los elementos que priman, aunque no toda inquietud de resuelva. Ciertas conversaciones de paso maquillan la cara siniestra de algunos personajes; el enemigo está entre nosotros y la justicia brilla por su ausencia. Si bien ciertas decisiones narrativas desacertadas no logran evadir determinados estereotipos, o recaer en absolutismos que empañan de a momentos el verosímil construido, resulta interesante como “La Extorsión” visibiliza el extenuante juego psicológico al que es sometido el personaje de Francella, víctima en igual medida del viciado aparato de poder que regula ciertos mecanismos como de las propias decisiones que respectan a su vida privada (aspecto moral que el balance final del film elige pasar por alto).
Próximo a estrenarse a través de HBO, gracias a la sociedad entre Particular Crowd (TNT) y Warner Bros, el largometraje representa una fuerte apuesta de Martino Zaidelis, director de “Re Loca” (2018), quien vuelve a colaborar junto al siempre inmenso Francella luego de la serie “El Hombre de tu Vida”. Al capocómico, afrontando un papel en notorio cambio de registro (similar a lo que fuera “Animal” hace algunos años), lo confronta un antagonista de fuste: Pablo Rago, en magistral performance y volviendo a coincidir con Francella luego de «El Secreto de sus Ojos», compone un antológico villano. A ellos se suma un elenco de primerísimo nivel, conformando una auténtica sinfonía interpretativa, reforzada en la intención de captar en logrados primeros planos aquellas verdades no verbalizadas que los gestos no saben ocultar. Andrea Frigerio, Alberto Ajaka, Guillermo Arengo, Mónica Villa y Carlos Portaluppi, completan un cast de lujo.
Cabe decir que no siempre habrá ingenio en la resolución de instancias claves, pero, aún así, Zaidelis demuestra valentía para zambullirse en un turbio ecosistema que emplaza una guerra librada en silencio entre dos bandos con intenciones bien diferenciadas. Trazando una probable analogía acerca del logotipo que identifica a las valijas de dudoso proceder, uno podría preguntarse si es tan argentino el mate y la carne vacuna como la actividad ilegal que se profesa en un tráfico aéreo contaminado a más no poder. Tal y como las reglas genéricas indican, tarde o temprano, todos caerán, uno a uno, aquellos que en las sombras elucubran actividades non sanctas, a manos del improbable héroe reconvertido. Y serán los esquivos peces gordos los últimos en morder el anzuelo…aunque un desenlace abierto nos sugiera que, en realidad, el delito acaba mutando de forma para maniobrar, a vuelo rasante y eludiendo toda detección, de la forma más impune.