Con Disney todo es posible, incluso un hijo hortaliza.
El conglomerado Disney tiene tantas ideas en su haber que en alguna, de vez en cuando, le tiene que salir mal. Y con esto no hablo de fracaso ni mucho menos pero sí de una historia que no tiene nada nuevo para aportar. Está bien, los estándares se han cumplido: una película tierna con una linda e importante enseñanza y el mensaje esperanzador ¡Y no me pidan más!
Cindy y Jim Green (Jennifer Garner y Joel Edgerton) son una pareja estable cuyo mayor deseo es el de tener un hijo. Por más que lo intentan, las respuestas de la naturaleza son todas negativas, hasta que una noche en medio de una tormenta algo inesperado sucede y llega a sus vidas el pequeño Timothy (CJ Adams). El niño es hermoso, perfecto a los ojos de sus padres como lo es cualquier hijo y trae consigo un pequeño secreto: sus piernas tienen pequeñas hojas, como si fuera una planta que está naciendo.
La nueva ‘apuesta’ de Disney va a ser disfrutada por niños y padres, el resto abstenerse, ya que si bien es una historia tierna como un oso de felpa, debo confesar que hay momentos que me dieron vergüenza ajena, sobretodo de la mano de Jennifer Garner (protagonista del film). Todo bien, pero ¡vamos! Disney lo puede hacer mucho mejor y lo sabemos bien porque la firma nos ha entregado otros títulos de índole similar pero con muchos mejores condimentos.
Lo más lindo y destacable es el nene, que con esa carita se compra a cualquiera, pero no es excusa para darle puntaje alto a una historia que cae en todos los lugares comunes posibles. No me malinterpreten, tampoco es que tengo un corazón de piedra que no se ablanda ni con las películas del tío Walt, sino que sencillamente la vi… sosa.
Como siempre, hay un final feliz o al menos que conforma. Tengan en cuenta que la película comienza con la pareja ‘Green’ presenciando una entrevista en un centro de adopciones y contando una historia que vuelve atrás en el tiempo. ¿Qué significa esto? Que de arranque nomás ya sabemos que Timothy ha sido un niño muy especial pero que, por alguna razón, ya no está con ellos.
La primera vez que escuché sobre esta película creí que iba a ser algo parecido a Descubriendo el País de Nunca Jamás (Finding Neverland, 2004), una película que me hizo llorar casi los 100 minutos que dura, sin embargo me encontré con algo mucho más superficial y por debajo del nivel de aquel film. Ya sé, las comparaciones son horribles, pero no pude evitar pensarlo. Lo que sí queda claro es que los seres humanos somos animales tan prejuiciosos que ni siquiera nos merecemos que nos llamen animales. Por suerte hay gente que lo ve desde afuera y nos lo pone en frente de los ojos con esos mensajes esperanzadores de que ser diferente no tiene nada de malo, al contrario, de eso salen muchas cosas buenas. Sí a la esperanza. No a la arrogancia. Viva la diferencia.