Cigüeñas eran las de antes
Cindy y Jim Green no pueden tener hijos. Tras un definitivo y devastador examen médico, la pareja trata de animarse y juega a imaginar las características del hijo que quisieran tener; luego, guardan sus deseos en un cofre y lo entierran en el jardín. Una noche de tormenta, algo sale de ese jardín, algo que se cuela en la casa y la pareja descubre oculto en la habitación del hijo deseado. Es un chico lleno de barro, temeroso. Es Timothy Green. Timothy (CJ Adams) es lo mejor de esta cinta: una especie de Principito sajón desvinculado del mundo, a quien le crecen hojas en las espinillas. A este chico, pura inocencia, los Green (casi tan inocentes como él) tratarán de introducirlo a su mundo de frustraciones, intentando ahorrarle algunas e infligiéndole otras, perdonable accidente de cualquier padre novato. Por tratarse de un producto Disney, el director Peter Hedges (conocido por haber escrito y adaptado Quién ama a Gilbert Grape) facturó un film algo atípico para la compañía, con un realismo mágico que satisface las premisas del conglomerado mediático, pero sin duda endeble para la pantalla grande.