Un clan muy particular
Un ejemplo como el de La familia Bélier corrobora por qué en la producción cinematográfica de Francia hay un espacio importante para los autores o directores que reflexionan sobre el lenguaje. Sin ir tan lejos en el tiempo, Astérix y Obélix y sus secuelas, Amélie y Amigos intocables, por citar tres ejemplos, fueron aquellos productos que movieron las piezas de una industria donde existen posibilidades para diferentes propuestas.
El film de Lartigau, en ese sentido, se suma a la prédica: gran éxito de taquilla, película vendible en todo el mundo, una historia que coquetea con la comedia y el drama lacrimógeno; en fin, una suma de factores que exceden lo meramente cinematográfico, o en todo caso, un film que se establece en un punto medio entre el sentido común y la afanosa búsqueda de un espectador cómplice. Las armas son nobles, pero en varios momentos se está a pasos de caer en la tontería, aun cuando el entramado de ciertas situaciones supere a los objetivos finales de la cinta. Una familia sorda con excepción de la hija-intérprete que triunfará en el canto y un clan dedicado a trabajar en su casa-granja en la fabricación de quesos, bien lejos todavía del París soñado y de la Torre Eiffel como plano turístico.
Las situaciones oscilan entre el lugar común y la simpatía sin golpes bajos a través de conflictos románticos teñidos de acné adolescente que de a poco se dirigen a que la hija deba decidir su futuro: alejarse del rebaño familiar o quedarse a vivir para siempre entre lácteos y animales.
En La familia Bélier, sin embargo, hay un personaje border, el del sarcástico profesor de música, enojado con su trabajo y el alumnado, que profiere más de una frase incómoda para la corrección política que gobierna la película. En esa disyuntiva se maneja el director Lartigau, en esa franja tan estrecha para no caer en la cursilería, pero también, decidido a emplear todos los clísés posibles para convencer a un gran público. Desde ese punto puede entenderse un éxito comercial como el del clan Bélier: una película astuta, simpática, triste, melancólica, con música y letras edulcoradas y algunas situaciones que transmiten cierta gracia debido a la tipología familiar.
Por lo tanto, el postre light del verano está asegurado.