A pesar de todo me siento bien
Estrenada en Francia hace menos de dos semanas, La familia Bélier ya superó los dos millones de tickets, convirtiéndose en una amenaza latente para el récord obtenido tres años atrás por Amigos intocables. La comparación, entonces, es inevitable. Son, al fin y al cabo, dos films concebidos sobre una misma matriz de esperanza y reconciliación, odas a la unión y a la autosuperación salpicada por pequeñas dosis de comedia.
La familia del título vive en un pequeño pueblo francés y está compuesta por mamá, papá e hijo sordos, y una hija mayor (Louane Emera, semifinalista de la versión gala del reality La voz) parlante, condición que la convierte en parte fundamental del negocio familiar. El problema es que ella está menos cómoda ordeñando y vendiendo quesos que cantando, descubrimiento realizado gracias a la aparición de un profesor de música (Eric Elmosnino, protagonista de Gainsbourg). Para sus padres la situación es cuanto menos inconcebible y bregarán para que la chica se mantenga en el círculo familiar.
A partir de esa premisa, Eric Lartigau construye una feel-good movie clásica, una fábula pequeña, tan obvia como amable, tan circunscripta a los lugares comunes como a la evasión de los golpes bajos. El problema es que se desoye el grito de varias subtramas que pedían más atención para, en cambio, focalizarse exclusivamente en la disfuncionalidad familiar, todo hasta llegar a un desenlace tan emotivamente forzado como redundante.