Las casualidades existen: el año pasado se estrenaron tres películas notables sobre la experiencia de la sordera: Ver y escuchar, Escuela de sordos y The Tribe. En los primeros días de 2015 llegan La familia Bélier y Sordo, películas que organizan su puesta en escena incorporando la percepción de aquellos que por algún impedimento físico viven ajenos al mundo sonoro. La pregunta es inmediata: ¿cómo filmar un mundo sin sonidos?
La acción fundamental en La familia Bélier es el canto. La forma más elemental de hacer música, que consiste en educar el natural instrumento de comunicación y convertirlo en instrumento musical, es sin duda una doble falta para aquellos que no oyen. Pero el que no oye sabe mirar, o en todo caso aprende a mirar de otra forma. En un momento clave del filme, Eric Lartigau aprovechará muy bien ese registro perceptivo intensificado por la ausencia de sonidos. La disyunción del sonido respecto de lo visual tendrá entonces un sentido trascendente y una contundencia dramática.
Lo dicho hasta aquí podría dar la impresión de que se trata de un filme difícil, doloroso incluso, una descripción que no podría ser más desacertada. La voluntad de encantar a su audiencia está presente desde el plano grúa de apertura sobre el pueblo en el que tiene lugar la trama hasta el ralentí final en el que la protagonista se despide de su familia. Todos los lugares comunes de la comedia familiar están presentes. He aquí un filme francés, lejos del estereotipo negativo que le suele ser adjudicada a esa cinematografía. ¿Cómo suena acaso el descubrimiento de una vocación artística y el imperativo de responder a ella por parte de una joven campesina, cuyo destino no parece ser otro que dedicarse a vender quesos junto a sus padres sordos y hacer de vínculo lingüístico y comercial permanente entre su familia y el mundo?
Habría que decir que Lartigau es amable con todos sus personajes: el padre, la madre y el hermano de la protagonista, pasando por la gran amiga de la futura cantante, un posible novio, el profesor de música que la incita a cantar e incluso una profesora de español y un intendente bastante chanta; todos los personajes son queridos por este demiurgo que aquí pone en escena las peripecias emocionales de una heroína que deberá elegir entre su deseo o el deber de asistir a sus padres.
La familia Bélier es cine legítimamente popular, en sintonía con una época como la nuestra en la que los concursos y el hallazgo de talentos propugnan una metafísica discreta en la que el destino todavía escoge a sus preferidos.
La familia Bélier
Comedia
Buena
(La famille Bélier, Francia/2014). Guion: Stanislas Carré de Malberg, sobre una idea de Victoria Bedos. Dirección: Eric Lartigau. Con Karin Viard, François Damiens, Éric Elmosnino, Louane Emera, Roxane Duran, Ilian Bergala, Luca Galberg, entre otros. Fotografía: Romain Winding. Música: Evgueni Galperine y Sacha Galperine. Edición: Jennifer Auge. Duración: 100 minutos. Apta para todo público. Sexo: moderado. Violencia: nula. Complejidad: nula.