La favorita (The Favourite, 2018) es una cómica y oscura fábula sobre la manipulación y el deseo desorbitado. El maestro absurdista sobre relaciones humanas Yorgos Lanthimos está en su elemento en la corte de la corona británica del siglo XVIII, donde las personas han reprimido sus emociones a tal punto que el deseo toma formas extrañas.
La historia es un juego de ajedrez entre dos cortesanas en el que el peón es ni más ni menos que la propia reina. La duquesa Sarah Churchill (Rachel Weisz) es su consejera y amante, el poder detrás del símbolo, hasta que su prima Abigail (Emma Stone), una noble desposeída, entra en el servicio real y al descubrir la relación urde un plan para insinuarse lentamente y reemplazar a Sarah. Ambas son inteligentes, ambas comprenden inmediatamente las intenciones de la otra, pero la etiqueta fuerza una falsa cordialidad entre las primas.
La viuda Reina Ana (Olivia Colman) tiene tanto hambre de amor como las primas tienen hambre de poder. O desconoce sus intenciones o elige el simulacro de amor por sobre no tener nada: de una u otra forma es un ser patético y enfermizo. La película trata esencialmente sobre una persona que quiere conservar el poder y otra que quiere quitárselo, en una tensa competencia por humillarse y socavarse mutuamente. La guerra, difusa e inútil de trasfondo, no sirve para nada salvo como munición en la guerra privada entre las primas y un cuarto jugador, Harley (Nicholas Hoult), un ministro opositor y suerte de comodín burlón.
El guión de Deborah Davis y Tony McNamara es satisfactorio porque cuenta con dos fuerzas en feroz oposición, ambas representadas por personajes con claras motivaciones y aún más claros objetivos, ambas actuando y propulsando una trama cuyo conflicto incrementa cualitativamente y cuantitativamente. Suena obvio pero es gracias a cimientos tan fuertes que Lanthimos puede darse el gusto de una puesta en escena tan grotesca y oblicua, imitando el caprichoso espíritu de la época sin nunca perder el significado subyacente de cada escena.
Tanto más fascinante es la trama porque percibimos la tragedia detrás del vicioso triángulo y la corte de locos que adorna el palacio. Hay una carencia elemental en todos los personajes, una deficiencia clave en la maquinaria que sirven con tanto propósito y tan poca perspectiva. Todos los personajes están tan desentendidos de lo que realmente quieren -o sienten- que caen en medidas desesperadas y lamentables por saciar una necesidad que no comprenden en primer lugar.
Los animales son un motivo recurrente para el director de La langosta (The Lobster, 2015) y El sacrificio del ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017), aquí chivos expiatorios para la persona enajenada: lo vemos en las ridículas carreras de patos en la corte, en el deporte de fusilar aves en cautiverio y en los 17 conejos enjaulados en la recámara de la Reina Ana, histérica y desesperada al final de una vida de perder - no es coincidencia - 17 hijos, la mayoría fetos.
La fotografía, sobria y lavada, dependiente de la luz natural como en Barry Lyndon(1975), recuerda a las pinturas de la época. Las tres actrices principales dan tours de force impecables, expresando varias facetas aún a través de la censura emocional que era costumbre. La época se conjura efectivamente, pero sin la opulencia y ostentación habitual del género, traicionando el verosímil con anacronismos cómicos o formales cuando así le conviene. La exactitud histórica es secundaria en La favorita, porque Lanthimos se acerca nuevamente a una verdad sobre cómo se lastiman los seres humanos cuando no comprenden qué es lo que duele.