La película del ralizador griego se centra en un triángulo romántico y de poder entre tres mujeres –una de ellas, la Reina Anne de Inglaterra– a principios del siglo XVIII. Una “película de época” diferente: ácida, divertida y brutal. Crítica publicada originalmente en La Agenda.
A lo largo de una carrera veloz que abarca cinco películas en apenas nueve años, el realizador griego Yorgos Lanthimos se ubicó en uno de esos lugares de alta visibilidad cinéfila, especialmente por su particular estilo que suele inscribirse en una tradición autoral que privilegia la distancia con sus personajes y crea retratos crueles de personas (o de personas crueles) narrados de manera clínica, casi de laboratorio. De “Dogtooth” a “El sacrificio del ciervo sagrado”, su sistema se ha ido volviendo más accesible en lo formal aunque más turbulento en lo narrativo. En ese sentido, “La favorita” es claramente su película más convencional y accesible. Sin embargo, aquellos que vayan a verla esperando encontrarse con algo similar a incontables dramas de época británicos –tanto cinematográficos como televisivos– sin haber visto jamás una película suya, pensarán que están ante una rareza. Y no estarán equivocados. Para los parámetros del cine de autor comercial que suele recibir muchas nominaciones al Oscar (“La favorita” tiene diez, la misma cantidad que “Roma”, hoy la gran candidata), es una película decididamente poo convencional.
En principio notarán la curiosa manera en que la película está filmada. Si bien es muy diferente estilísticamente a sus anteriores, Lanthimos siempre busca el ángulo, el lente o el plano que llame la atención. En este caso, el uso de grandes angulares genera un efecto curioso, moderno, muy alejado de lo que convencionalmente se hace en el cine de época. Lo mismo se puede decir de su humor, cáustico y extraño, que siempre va por los caminos menos esperados, hasta por momentos volverse medio indigesto. “La favorita” es una ácida comedia sobre las manipulaciones en el seno de la monarquía inglesa a principios del siglo XVIII y acaso sea el género que mejor se adapte a la manera de mirar el mundo del realizador, ya que los personajes que se agreden y maltratan entre sí de disimuladas maneras entre comentarios ácidos y brutales no son tan distintos a los de las películas previas del realizador.
Pero “La favorita” tiene una novedad que la diferencia –la vuelve mejor, más sincera y ambigua– de sus anteriores películas. El guion no fue escrito por el propio Lanthimos y los personajes son más complejos y ricos en su construcción, capaces de previsibles maldades, actos egoistas y crueldades varias, pero a la vez con una riqueza dramática que los vuelve un tanto más reconocibles. A su modo, es la película más humana del realizador de “La langosta” –bueno, la única prácticamente– y la que no se dedica obsesivamente a castigar, duro y parejo, a personajes y espectadores a la vez.
Es la historia de un triángulo amoroso y uno de poder, o las dos cosas mezcladas entre sí. Y, lo que la vuelve más especial, es que las tres protagonistas son mujeres. El film parte de una historia real pero se toma, aparentemente, muchas libertades con lo que realmente sucedió con la Reina Anne y sus dos amantes/consejeras. Anne (una increíble Olivia Colman) es una mujer frágil de salud y con muy poco interés en ocuparse por asuntos de gobierno tales como la guerra con Francia. Ha tenido duros sufrimientos personales (perdió muchísimos embarazos) y hoy se pasa gran parte del día en camisón, con sus 17 conejos, tratando de entretenerse con cosas banales que le permitan salir de su hastío y depresión. Sarah Churchill, la Duquesa de Marlborough (Rachel Weisz) es la que maneja los hilos ahí, ya que la Reina no sólo escucha sus consejos favorables a aumentar los impuestos para pagar “el esfuerzo bélico” sino que es, secretamente, su amante.
La situación parece funcionar de modo estable así, pero todo se complica con la llegada de Abigail Hill (Emma Stone), una prima de menores recursos económicos que llega un día al palacio a “hacerse de abajo”. Trae un historia familiar complicada y empieza trabajando de sirvienta hasta que un día prepara una medicación que ayuda a la Reina a mejorar su dolor de piernas y todo empieza a cambiar. Anne la protege y le va dando más espacio en su vida. Otros intentan utilizarla para influenciar a la Reina a cambiar de opinión respecto a la guerra. Y, por supuesto, Sarah –que la había recibido amablemente al llegar– le clava los ojos como la enemiga que, bajo ese tono amable y modoso, la chica parece ser.
Ese es el planteo inicial y esencial de “La favorita”: entrometerse en las luchas de alcoba y políticas –más las primeras que las segundas—entre Sarah y Abigail por ver cuál de las dos es escuchada y querida por la Reina. Ambición, real cariño o puro interés: todo es posible en la Corte inglesa. Y durante buena parte del relato Lanthimos arma una suerte de comedia con momentos muy ácidos y otros brutales que pintan a la perfección las tensiones que existen en ese triángulo en el que la Reina parece ser víctima de dos ambiciosas manipuladoras. Pero de a poco, esa suerte de parodia, casi de sketch a lo Monty Python de la vida de la reina y sus amantes, va dando paso a un drama psicológico en el que los personajes van revelando sus inseguridades, temores y dificultades. Sin abandonar del todo la acidez que lo caracteriza (verán algunas escenas grotescas que lo hacen recordar), ese grado de humanismo es inédito en el realizador y es el que le da esa verdad emocional que otras películas suyas no tienen.
Y, además de eso, la película suma puntos gracias a un trío de intérpretes extraordinarias que lanzan sus cortantes frases como si fueran filosos cuchillazos de ironía y maldad, casi una especialidad de los dramas cortesanos de época. Lo que logró Lanthimos aquí, a conciencia, fue quitarle el polvo a este tipo de películas prestigiosas tornándola más graciosa, ácida y hasta ramplona. Su regodeo en que cada plano sea original y complejo por momentos cansa (y algunas “bromas” se pasan de gruesas), pero mientras la película avanza cada vez queda más claro que hay un compromiso con el material que supera el jugueteo formal. Hay una cambiante historia de amor, de deseo y de poder entre tres mujeres que, en medio de sus peleas, ofensas y conflictos de alcoba, posiblemente estaban cambiando el futuro de Europa.